Buenas, soy Emilio Calatayud. Cuando hablamos de los ‘peligros’ de las vacaciones de verano se nos olvidó comentar el problema que suele suscitarse en las parejas divorciadas a la hora de decidir con quién se van los niños. Esto también ocurre en invierno y otoño, pero en verano se agudiza. En las parejas divorciadas, si sólo hay uno que pone los límites ese suele ser el malo para los hijos y lo normal es que no quieran ir con él. Y hay padres y madres que se aprovechan de eso para intentar ‘derrotar’ al otro o a la otra. Además de ser una conducta muy perjudicial para la educación de los hijos, es poco inteligente, porque puede ocurrir que el niño acabe volviéndose contra los dos y papá y mamá tengan que ponerse de acuerdo para denunciarlo porque los maltrata a ambos. Conozco casos. Vale, estamos hablando de situaciones extremas, pero es que cada vez son más habituales. Sin alguien se cría sin límites, lo más probable es que acabe rebelándose contra los ‘buenos’ y los ‘malos’.
Las parejas que se van a romper deben ponerse de acuerdo en los límites que tienen que poner a los hijos y no incumplir el pacto. A los hijos hay que dejarlos fuera de la ‘contienda partidista’. Eso es educar y velar por el interés superior del menor.
Y todo esto vale también para las parejas que no están divorciadas. Hay que poner los límites juntos y mantenerlos juntos.