Buenas, soy Emilio Calatayud. Hace ya un tiempo, don José Milena, un señor de 100 años de un pueblo de Granada, se apuntó a la escuela de adultos de su pueblo, que se llama Colomera, para aprender a leer y escribir. La historia de aquel hombre admirable, que falleció con 109 años, dio la vuelta a España y nos emocionó a unos cuantos. Sirva el episodio para elogiar a las escuelas de adultos, que empiezan este viernes el curso y llevan a cabo una labor silenciosa pero fundamental para la sociedad. Yo, que tanto he condenado a leer y escribir -y sigo haciéndolo, por desgracia- y que doy segundas oportunidades porque creo en ello y, además me lo ordena de la Constitución, siento admiración por los maestros de adultos. También por los alumnos. Pero mejor que yo, lo explica Diego, uno de estos maestros que trabaja en la localidad madrileña de Torrelaguna. Por supuesto, este comentario está dedicado a don José Milena, que tanto nos enseñó con su afán de aprender.
Os dejo con Diego:
«Estamos intentando visibilizar y dignificar estas enseñanzas ya que nunca es tarde para estudiar. Mucha gente abandona sus estudios porque no le da importancia o no puede, pero en la edad adulta se arrepiente y consigue con éxito mostrar todo su potencial. Si nos centramos en el perfil de alumnos que nos llegan a estudiar la ESO con 20 años puede imaginarse su historial. De hecho, casi todos los años tenemos alumnos que han pasado por prisión o son muy conocidos en comisaría».
Que tomen nota los ‘ni-nis’ (aunque me imagino que estarán demasiado ocupados tocándose la barriga)