Buenas, soy Emilio Calatayud. Me comenta una amiga que, el otro día, le invitaron a una boda pero con la advertencia de que no podía ir con niños, o esa, con sus hijos. Y como tiene dos, pues no fue a la boda.
La verdad es que esta costumbre, que ya es antigua, me parece poco humanizadora, por decirlo de alguna forma. Bodas sin niños, viajes sin niños, hoteles sin niños, calles sin niños. Y luego nos quejamos de estén todo el santo día pendientes del móvil.
Pero es que los niños no sólo tienen que ir a las bodas y las fiestas familiares, que sin ellos ni parecen fiestas ni ‘na’, sino que también deberían ir a los funerales, porque la muerte forma parte de la vida. ¿De qué sirve ocultarles la muerte? Eso no es protegerlos, sino hacer niños ‘light’, que se ‘trauman’ por cualquier cosa.