Buenas, soy Emilio Calatayud. No soy masoquista, pero recuerdo con cariño y nostalgia algunos castigos de mi infancia, ¿soy raro? Por ejemplo, de mi paso por Campillos, esa especie de reformatorio para niños pijos al que me enviaron mis padres por suspender todo menos gimnasia, me traje buenas amistades y momentos inolvidables. Y eso que durante todo el verano sólo nos dejaron salir un día del colegio y porque eran las fiestas del pueblo. Pero aprobé todas.
En estos tiempos en que a los niños no se les puede decir que ‘no’ porque se traumatizan, me acuerdo de las veces que a mí me dijeron que ‘no’ cuando era niño, que fueron muchas, y ahora hasta lo agradezco. Entonces no, claro, entonces me cabreaba y me ‘cagaba’ -con perdón- en todo lo habido y por haber. Pero ahora siento nostalgia.