Buenas, soy Emilio Calatayud. Tal día como hoy, 31 de octubre, pero de 1980, me estrené como juez en Güimar, en Tenerife, pero a punto estuve de no poder hacerlo. Cuando llegué a los juzgados, que estaban en los bajos del Ayuntamiento, y fui a aparcar en las plazas reservadas para los jueces, un guardia me dijo que me fuera: «Esto es para jueces», me ordenó. O sea, que aunque iba con mi traje y todo, no debía parecer juez, ja, ja, ja. Es que tenía 24 años, Dios mío, ¡24 años!
La fotografía que acompaña este comentario es de aquella época. Estoy en el fútbol con Pedro, un amigo que ya falleció. (Como se puede observar, llevo calcetines blancos, que ahora están prohibidos por los guardianes del buen gusto.)
Es curioso, en mi primer día de trabajo en Granada también me pasó lo mismo: fui a entrar en mi nuevo juzgado y un magistrado veterano me dijo que me fuera, que allí sólo podían estar los jueces. Y me fui, ja, ja, ja.
Total, que 37 años después aquí sigo, ejerciendo un ‘oficio’ que nunca llegué a imaginar que ejercería. Y siempre en la infantería judicial, pisando la tierra, juzgando y condenando a mis ‘choricillos’, y aprendiendo de ellos y sus familias. Y soy feliz.