Buenas, soy Emilio Calatayud. Fue el día del ‘Black Friday’ ese. Estaba comiendo algo en un bar y me fijé en que había dos chicas sentadas en una mesa junto a seis niños que estaban muy callados. Solo hablaba uno de ellos. Se les veía a gusto. Enseguida me dí cuenta de que los chavales eran autistas y que las jóvenes eran sus educadoras. ¡Qué cariño desprendían esas dos mujeres! ¡Y qué respeto! ¡Y qué normalidad! Me emocioné y me acerqué a conversar con el grupo. Una de las educadoras era la ‘titular’, por así decirlo, y la otra estaba haciendo prácticas. Y antes de irme les dije: «Dejadme daros un beso para agradeceros la labor que hacéis». Y me aceptaron el beso. Entonces, el único chico que hablaba le dijo a las educadoras: «¡Qué bien, habéis ‘ligao’!». Y todos nos reímos. Y fuimos mucho más felices que los que andaban a la caza de gangas en el ‘Black Friday’ ese.
Hay mucha gente que merece la pena a nuestro alrededor. Sólo tenemos que apartar la mirada de la pantalla del móvil para verla.