Buenas, soy Emilio Calatayud. No es fácil ser padre ni ser hijo. Y no hay libro de instrucciones ni para lo uno y no para lo otro. Esta breve introducción tiene que ver con una cuestión que se les plantea a muchos padres y muchos hijos en la época de la adolescencia (de los hijos, claro, aunque también hay padres que no superan la adolescencia nunca). Un buen día o un mal día, depende del caso, el niño o la niña estallan y dicen que se van de casa porque los padres les ponen límites, etc. Que no les dejan salirse con la suya, vaya.
Es un momento complicado, y hablo por experiencia. Es que el niño o la niña son todavía menores y claro…, que no es fácil reaccionar. Según mi modesta opinión, que uno puede compartir o tirarla a la papelera, caben al menos tres respuestas ante el ultimátum.
- Vale, pues coge una muda y vete. Pero sólo una muda, que lo demás es nuestro que para eso te lo hemos pagado. Es un órdago, pero puede que el niño o la niña se vayan. Hay que ser fuertes. Lo pasaréis mal y tendréis miedo, pero, lo normal, es que la muda con el niño y la niña estén de regreso en unas pocas horas.
- No, tú no te vas. Nos vamos nosotros y los recibos y lo demás lo pagas tú. Buenas tardes, hijo/a. Al salir de la casa, y aunque no se sienta, es bueno fingir unos gritos de alegría para que el niño/a se quede más perplejo de lo que ya está.
- No te vayas, por favor, no sé qué haríamos sin ti. Esta última reacción es humanamente comprensible, pero los padres que se decidan por ella corren el riesgo de que el hijo/a se les acople hasta que tenga 40 años y más allá.