Buenas, soy Emilio Calatayud. Hoy vamos tarde, así que vamos oxigenarnos un poco. En el último comentario criticábamos la grosería y la mala educación, que es algo de lo que nadie está libre, incluido yo. Pues ahora, para compensar, vamos a criticar un poco el exceso de buena educación. Llega una compañera del juzgado al trabajo atribulada y triste. Le pregunto qué le pasa y me lo cuenta: «Don Emilio, venía en el autobús y se me ha acercado un niño de quince años para cederme el asiento. Don Emilio, no creo que todavía este para eso. Y me ha llamado de usted. No hay que ser tan educado, hombre. ¡Qué ‘inrritación'».
La virtud siempre está en el término medio, ja, ja, ja.