Hola, soy Carlos Morán, el compañero de blog de don Emilio. Uno de los efectos más perversos del uso masivo de Internet es que la intimidad ha dejado de ser íntima. Las fronteras entre lo que es privado y lo no que no lo es se han diluido, una confusión que es particularmente grave cuando se trata de niños y jóvenes. En este sentido, el Derecho Penal de Menores lucha a diario para que la intimidad vuelva a ser íntima. He aquí un caso que ha ocurrido en Granada y que ilustra lo que está ocurriendo. «Como mandan los actuales usos sociales, primero se conocieron a través de las redes sociales, es decir, virtualmente, y, después, ‘realmente’, o sea, cara a cara. Ocurre con los adultos y también con los menores, como en este caso. Ella era una niña de apenas doce años y él un quinceañero. Tras los primeros escarceos en las redes, el chaval se encontró con la chica y la amenazó para que le mandase fotografías en ropa interior. Y ella cedió. Seguramente pensó que si le daba lo que quería, la dejaría en paz. Pero esa nunca es la lógica de la extorsión. A medida que la víctima accede a los requerimientos del chantajista, la coacción es mayor. Y eso fue lo que sucedió. A través de Internet, el muchacho volvió a atosigar a la niña para que le enviase más imágenes, pero, esta vez tenía que retratarse desnuda».
En lugar de eso, el chico se encontró con una denuncia y ahora ha sido condenado a 20 meses de libertad vigilada, un tiempo durante el que deberá someterse a terapia para aprender a respetar la libertad sexual y también recibirá instrucción para hacer un buen uso de la red».