Buenas, soy Emilio Calataud. Os recomiendo que miréis a vuestro alrededor cuando paseáis. A pesar de lo que pueda parecer, hay escenas que son como las flores: te alegran el día y te dan paz. A mí me ocurrió hace poco en la localidad murciana de Santiago de la Ribera, que es una tranquila y amable pedanía de San Javier. En una terraza de un bar había tres mujeres maduras jugando al parchís con un joven discapacitado intelectual. Repito, ¡jugando al parchís! Una de las damas era la madre del chico, la otra su abuela y la tercera, una amiga. Lo hacen todas las tardes y solo había que escuchar las risas del chico cuando comía una ficha a algunas de sus rivales para entender que eran felices. Me dio una envidia tremenda, la verdad. Tuve ganas de sentarme a la mesa para sumarme a la partida. De hecho, me pasé un buen rato recordando las reglas del parchís. Quiero desde aquí dar las gracias a esas cuatro personas por contribuir cada día a que el mundo sea mejor. Y también a todos los vecinos de Santiago de la Ribera por querer escucharme. Y a los de Murcia y Alcantarilla, donde también he estado recientemente dando charlas.