Buenas, soy Emilio Calatayud. Suelo decir con frecuencia -es que me repito mucho, ya lo habréis notado- que, en ocasiones, hay que pedirles a los hijos que no nos cuenten todo, que se guarden algo para ellos, porque ojos que no ven, corazón que no siente. Me refiero, por ejemplo, a los detalles muy detallados de lo que hacen cuando empiezan a salir por la noche o a los detalles muy detallados de sus primeras relaciones…
Pues bien, ahora amplío el consejo a los padres. No les contéis todo a vuestros hijos. Me refiero, por ejemplo, a los detalles muy detallados de cómo fue vuestra juventud o a los detalles muy detallados sobre vuestra aptitud y actitud para el estudio en la adolescencia, etc. Es que si no os puede pasar como a este amigo mío, que llegó su niño con las calificaciones finales del curso y le preguntó mosqueado: «¿Y estas notas, hijo?» Y el chaval respondió: «Pues son mejores que las tuyas cuando tenías mi edad». Y era verdad. ¿Y ahora qué?, ja, ja, ja.