Buenas, soy Emilio Calatayud. Siempre he sido un gran defensor del cero, seguramente porque cuando era niño saqué más de uno y más de dos. Pero el cero (y el diez, que no se entiende el uno sin en el otro) están en vías de extinción. Las nuevas corrientes psico-socio-pedagógicas dicen que lo avanzado y efectivo, lo que mola, es el aprendizaje por competencias, que he de reconocer que no sé lo que es. Me lo han explicado pero no acabo de entenderlo. Cataluña, que ya había instaurado el sistema en Primaria, lo va a extender ahora a los institutos, es decir, a la ESO y el Bachiller. Los alumnos de secundaria catalanes van a ser evaluados por sus competencias …. ¿y qué se hará con los incompetentes, que alguno habrá, digo yo? ¿Por qué no valorar también las incompetencias? Es otra forma de medir.
Total, que adiós al cero y el diez (y todo lo que hay entre ambos). Ahora las calificaciones en Cataluña irán desde el ‘no logrado’ hasta el ‘logro excelente’, que será la máxima nota. ¡Con lo bonito que era el diez! ¡Y no digamos el cero!
Con este sistema puede que un estudiante tenga competencias para ser juez, por poner un ejemplo que me toca de cerca, pero luego puede ocurrir que no apruebe las oposiciones. Pues igual se ‘trauma’. ¿Debería ser juez o no? ¡Viva el cero!