Buenas, soy Emilio Calatayud. En más de una ocasión hemos comentado que los caminos para reinsertar a un niño que ha delinquido son a veces inescrutables e inesperados. Donde no llegamos los que nos dedicamos a la justicia de menores, pueden llegar una novia o un novio, una vocación, el Ejército… Pues bien, también puede resultar útil la visión de una garrota empuñada por una anciana, porque una imagen, casi siempre, vale más que mil palabras. Me explico. Acabábamos de juzgar a un ‘choricillo’ que había sido más malo que un dolor, pero su conducta había cambiado radicalmente desde que comenzó a salir con una chica. Le dije a la muchacha que si volvía a las andadas, que lo dejara. Detrás de ella, había una señora mayor, muy mayor, incluso. Era la abuela de la niña. «Y usted -le dije a la anciana- vigile al mozo». Y ella no respondió con palabras: se limitó a levantar la garrota en la que se apoyaba. A mi me dio la risa, pero al niño no, ja, ja, ja.
Me recordó a la zapatilla de mi querida madre…