Buenas, soy Emilio Calatayud. Acabo de participar en los cursos de verano sobre menores que se celebran anualmente en la localidad almeriense de Purchena y que ya van por su XIX edición. En mi opinión, son una cita ineludible para cualquiera que esté interesado en la materia. Gracias a la Universidad de Almería y al Ayuntamiento de Purchena por su tesón y su empeño en hacerse eco de lo que se hace en Andalucía y en España en materia de rehabilitación y protección de menores, que es mucho y bueno.
Después he estado visitando a los chavales que tenemos encerrados por aquellas tierras (en los centros de Purchena y Oria) y, como siempre, me he llevado una alegría. Por cierto, no acabo de acostumbrarme a que ellos también se alegren de verme: soy la persona que les metí entre rejas, pero me reciben con afecto sincero.
Cuando los juzgamos y encerramos -estamos hablando de centros de máxima seguridad- eran delincuentes muy peligrosos, unos hijos de su madre que habían hecho mucho daño y ahora me he encontrado con mecánicos de coches, orfebres, agricultores, peluqueros… Son los niños que solo consiguen ser libres cuando los encerramos. No hay contradicción en esta afirmación. Les apartamos de las verdaderas cárceles, que son la droga, el delito… y consiguen liberarse de un pasado de fechorías, excesos y encontronazos con la ley.
Y eso lo hacemos entre todos.