Buenas, soy Emilio Calatayud. Suelo comentar a menudo que la percepción del paso del tiempo no es igual para un adolescente que para un adulto. Para los chavales, el tiempo transcurre despacio y para nosotros, a toda velocidad. Por eso, encerrar a un chico durante cinco o diez años no es precisamente una broma.

El caso es que, el otro día, estaba hablando del paso del tiempo con mis compañeras de juzgado y una de ellas comentó que cuando describe como una persona joven a alguien de cuarenta o cincuenta años, su hija universitaria se parte y se monda. «Hace poco le dije, ‘esa mujer es joven, tiene unos 51 años’ y ella respondió entre carcajadas: ‘¡¡¡51 años no es joven mamá!!!'».

Nos reímos mucho con el episodio que nos contó la compañera, pero luego, al mirarte al espejo en la soledad de tu casa, te hace menos gracia, ja, ja,  ja. Si los de 50 ya no son jóvenes, ¿qué somos los de 60?, ja, ja, ja.