Buenas, soy Emilio Calatayud. Los adolescentes pueden ser un tormento y también un encanto, aunque lo normal es que sean las dos cosas a la vez. Y no hay que ir al médico ni al psiquiatra por eso. Es lo que toca.
Bueno, al tema, que me estoy yendo por los cerros de Úbeda. El otro día, una adolescente me contó el siguiente episodio que ocurrió en su clase del instituto. Un niño levantó la mano y pidió al ‘profe’ que le dejase revisar su examen, que había suspendido con un cero patatero (si es que todavía existe el cero patatero). El maestro, un tanto asombrado, le respondió: «Pero si sólo pusiste el nombre. No contestaste a ninguna pregunta». Respuesta del mozo: «Es que quiero ver si he puesto bien mi nombre». Ja, ja, ja. Y lo había puesto bien. Igual merecía aprobar por ‘salao’, ¿qué os parece?