Buenas, soy Emilio Calatayud. La familia no es una dictadura, pero tampoco una democracia. Lo digo siempre. Y no lo hago para escandalizar ni levantar polémicas. Pienso sinceramente que si convertimos la familia en una democracia, o, más difícil todavía, en un régimen asambleario, nos volveríamos locos nosotros y volveríamos locos a los hijos. Por eso también defiendo que no hay que preguntar todo a los hijos: «¿Qué quieres comer hijo?» «¿A dónde vamos hijo?» «¿Qué hacemos hijo?»
Frente a eso, yo defiendo, como norma general, otra postura: «Hijo, se come lo que hay». De cuando en cuando, se hace una excepción o dos, pero la norma no puede ser que decidan los hijos, porque entonces nos convertimos en sus esclavos. Los de mi generación fuimos esclavos de nuestros padres y ahora nos estamos convirtiendo en esclavos de nuestros hijos. No aprendemos.
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