Buenas, soy Emilio Calatayud. A lo largo de mi vida profesional, me han llamado de todo: facha, rojo, autoritario, machista, feminista, padrazo, ‘Malatayú’ o ‘joputa’, esto último, bastantes veces. Cuando encierras a un niño, es normal que te lo digan. Lo entiendo. En realidad, entiendo a todos los que se esfuerzan en buscar un adjetivo para describirme porque creo en la libertad de expresión de los demás, pero también en mi libertad de expresión, claro.
El caso es que lo más bonito que me han dicho, la definición con la que me siento más cómodo fue esta del profesor Pablo Pineda: «Don Emilio, es usted un borde con corazón». Es verdad, soy borde. Hay niños que salen de mi juzgado llorando y no precisamente de alegría. Creo que es cosa del vozarrón que Dios me dio. Pero ellos también, a veces, me hacen llorar a mí y no porque sus voces me den susto. Al revés.
Es que Pablo Pineda es hombre de grandes frases, también suele decir: «Tengo síndrome de Down, pero no soy gilipollas».
Este comentario está dedicado a todos los que no tienen síndrome de Down, pero sí lo son (gilipollas).