Buenas, soy Emilio Calatayud. En 2017, condené a un chaval que había robado en una peluquería a aprender el oficio y, como examen final, tenía que pelarme a mí. Aprobó. Como no me corto un pelo (ja, ja, ja), ya he condenado a tres más a que lo hagan ellos. Me lo piden ellos mismos y sus familias me lo agradecen. Dejaron el instituto sin acabar nada, pero tenían la vocación. Y van a hacer realidad su vocación por lo criminal. Siempre les digo que si me pelan mal, podré acusarles de desobediencia y encerrarlos. Yo me la juego, pero ellos más.
Es un buen oficio y espero que puedan ganarse la vida con él. Después de la crisis, el sector se hundió, pero con la moda de las barbas resurgió y es una salida profesional muy digna.
Eso sí, a mí me tienen que hacer un ‘pelao’ clásico: nada de tupés con el pescuezo y los laterales ‘cortaos’ al cero.
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