Buenas, soy Emilio Calatayud. Todo llega. Ya estamos en tiempo de comuniones. Sé que soy cansino con el temita, pero lo tengo que decir, porque sigo pensando lo mismo: se nos sigue yendo la pinza con las comuniones. Es como si tuviéramos complejo de nuevos ricos. Y hay excesos que, como ciudadano y como católico, me producen vergüenza ajena. Son comuniones, no una película de Disney o la gala de los Oscar. Volvamos a una comida familiar y a regalar un relojito. Y lo que sobre, lo donamos a Cáritas o a la oenegé que queráis, que falta les hace.
Y, por supuesto, el regalo estrella no puede ser el móvil con conexión a Internet. Esperemos al menos a que cumplan los catorce, que es cuando les podemos exigir responsabilidad penal.
Y tampoco les regalemos cachimbas, por favor. Vamos a recuperar un poco de sentido común.
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