Buenas, soy Emilio Calatayud. La sociedad, o sea, nosotros, parecemos empeñados en que nuestros niños crezcan aceleradamente. Es como si quisiéramos que madurasen antes de tiempo. Da la impresión de que la infancia nos molesta, como si viéramos esa etapa como improductiva en un tiempo en que todo se mide en términos económicos y financieros. El caso es que compramos a los niños móviles cuando solo tienen ocho años, los mandamos al instituto con doce años… El resultado: que muchos de ellos siguen siendo niños cuando cumplen los treinta o los cuarenta. Algo falla…, digo yo.