Hola, soy Carlos Morán. La historia que sigue es uno de los últimos casos que juzgó don Emilio antes de cogerse la baja médica. Así lo conté. Incluye una reflexión sobre esa alucinante costumbre de grabar y difundir los delitos a través de las redes sociales.
«Las fechorías se han convertido en un espectáculo audiovisual. Los delincuentes, en lugar de buscar el sigilo y el anonimato, quieren ser estrellas de Internet. Se graban cometiendo el crimen y acto seguido ‘lo suben’ a la red para compartirlo. La autodelación como una de las bellas artes.
Es como si el verdadero fin de los malhechores fuera la ‘ciber-promoción’. La buena noticia es que ese exhibicionismo es una forma atípica de colaboración ciudadana con las fuerzas de seguridad.
Es lo que ocurrió con tres menores de Granada que, después de patear, escupir y mofarse de un hombre discapacitado en una céntrica plaza de la capital, difundieron las imágenes del suceso en Instagram.
Los tres implicados, una chica y dos chicos adolescentes, han reconocido su culpa y han aceptado ayudar en asociaciones que atienden a personas con discapacidad para redimirse».