Hola, soy Carlos Morán. A medida que avanza el confinamiento, andamos peor de reflejos. Bueno, por lo menos a don Emilio y a un servidor nos ocurre. Pero parece que no somos los únicos. Aquí va una historia ‘tragicómica’ que le ha contado una amiga al juez. La protagonista es ella. «Don Emilio, el otro día me enfadé con mis dos niños porque estaban tocándose la barriga mientras yo hacía la comida. Son buenos chicos, pero me enfadé y les dije: ‘Hijos, o me echáis una mano con la casa o me voy y ahí os quedáis’. Ellos se miraron sorprendidos y me respondieron. ‘No puedes mamá’. Y los tres nos echamos a reír a carcajadas».
Menos mal que nos queda el sentido del humor, que, con la pandemia, muchas veces es sinónimo de sentido común.