Buenas, soy Emilio Calatayud. Os cuento un episodio real que presencié hace unos días en una calle de Granada. Dos pijos que debían andar por los 40 salen de un bar haciendo eses. Están borrachos. En el momento de despedirse dicen: «Vamos a abrazarnos sin las mariconadas del virus». Dicho y hecho. Las mascarillas las llevan a media asta. Tras un rato de achuchones, cada uno de ellos coge su cuatro por cuatro y se pierden en la noche. Van borrachos, insisto, y se ponen al volante.
Conclusión: Yo soy de los que defiende las mariconadas y con orgullo.