Buenas, soy Emilio Calatayud. Ser malos padres es sencillo: basta con dejar que los eduque su móvil de última generación. Y, a ser posible, que sea el teléfono más caro del mercado, no vaya a ser que el niño se ‘traume’ porque sus compañeros de clase tengan uno mejor. No importa que haya que empeñarse con el banco para comprarlo.
Y hay que empezar cuanto antes. Cuando el chiquillo tenga dos o tres años, por ejemplo. «¡Dale el móvil al niño a ver si deja de llorar!».
Así nos va.