Buenas, soy Emilio Calatayud. Me ha dado por recordar momentos buenos y/o divertidos en el juzgado. Me gusta y creo que a vosotros también. Ya tenemos demasiadas penas como para añadir más. Iba a juzgar a una chiquilla que era más mala que un dolor. Era una adolescente, pero ya acababa de dar a luz a niño. Y fue al banquillo de los acusados con él. Era ‘mu bonico’. Durante los juicios, me suelo venir arriba -cada vez menos, porque las fuerzas no son las mismas que antes- y se me escapa algún alarido. Es para que los chavales entiendan bien lo que les digo y también para meterles un poquillo de miedo con mi voz rota. Aquel día, al que metí miedo fue al más inocente: «Don Emilio, no me grite así que se me ha ‘cagao’ el bebé», me dijo la madre. Cosas de niñas, ja, ja, ja.