Hola, soy de nuevo Carlos Morán, el compañero de blog de don Emilio. Con motivo del 65 cumpleaños del juez, Alba, su hija, pidió a familiares y amigos una serie de escritos sobre su señoría. Con los textos confeccionó un libro con una tirada de un solo ejemplar. Fue su regalo para su padre. Aquí os dejo mi colaboración.
«Al principio del principio, don Emilio daba miedo. Al menos a mí. Era juez, una profesión solemne como una catedral gótica, y tenía un vozarrón de trueno que detenía el tiempo. Supongo que era cosa del tabaco, pero gritaba (porque don Emilio es bastante chillón) como un cantante de gospel o como un flamenco harto de cazalla y humo.
Total, que por aquel entonces, hará ya casi treinta años, don Emilio era DON EMILIO. Al menos para mí. Fue mi primer juez, que no es como el primer amor, y yo era un periodista bisoño que estaba viéndolas venir. Después hubo más jueces, pero ninguno como él.
DON EMILIO tenía el juzgado en los bajos de un edificio cubista y raro que está junto a la antigua Facultad de Medicina de Granada. Era tan extraño el sótano del inmueble que acabó convertido en una discoteca de moda. Ahora ya no sé qué será. Tendré que pasarme a verlo.
El día que DON EMILIO me habló por primera vez estaba juzgando a unos chavales que habían matado a tiros a un tendero de un barrio de la capital granadina. El autor material del disparo tenía una mirada azul y fría. Me impresionó hasta el escalofrío. Y fue lo que le dije a DON EMILIO cuando, en un receso de la vista, se acercó a los periodistas para intercambiar impresiones. Ningún otro juez confraternizaba así con los informadores. También en eso era único.
Con el paso del tiempo, y de varias serenatas de voces atronadoras, nos fuimos haciendo cada vez más colegas y dejó de ser DON EMILIO para convertirse en Don Emilio. Creo y espero que esa amistad durará ya para siempre. Pensamos de forma tan diferente sobre tantas cosas que es imposible que nos llevemos mal».