Buenas, soy Emilio Calatayud. Mientras camina por Granada, una joven dice a alguien por su teléfono móvil: «Al mundo no se viene a llorar». No estoy de acuerdo. Cuando se hace de noche en los centros en los que encerramos a los chavales que cometen delitos graves, se les escucha llorar como niños. Porque son niños. En mi tribunal, también veo llorar a veces a los adolescentes que juzgo y a sus padres.
Yo creo que al mundo también se viene a llorar y lo que lloras no lo meas.