Buenas, soy Emilio Calatayud. El mundo es un pañuelo. El otro días se me averió ‘el falcón’, o sea, mi motillo, y pedí ayuda. Vino una grúa que conducía un joven que, nada más verme, me soltó. «¿Usted es don Emilio no? Pues no se acordará, pero de chaval hice una trastada y usted me condenó a pintar una parte de la estación del tren. Me acuerdo mucho de aquello. Y, bueno, ya ve, tengo trabajo, estoy casado y tengo hijos. Me hace ilusión verlo».
Más ilusión me hizo a mí.