Buenas, soy Emilio Calatayud. No es nostalgia, pero hubo un un tiempo en que sentarte en un banco a comer pipas y hablar con los amigos era un gran plan. Las maquinitas y las pantallitas eran ciencia ficción y los chavales mirábamos la vida pasar mientras conversábamos de cualquier cosa. Lo cuento porque el otro día vi a unas niñas hablando y comiendo pipas en un banco de ‘Graná’ y pensé: hay esperanza.
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