Buenas, soy Emilio Calatayud. Cuando era niño, la siesta era, para mis amigos y para mí, un castigo. Un aburrimiento total. No dormías y estabas pensando todo el rato en que llegase la hora de levantarse y salir a la calle. Ahora, el castigo es que no puedas echar la siesta por la razón que sea (preferentemente, una llamada para venderte algo que ni quieres ni necesitas).
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