Hola, soy Carlos Morán, el compañero de blog y de fatigas de don Emilio. Aquí os dejamos un artículo de Jon Uriarte que ha publicado el diario El Correo de Vizcaya a propósito de uno de los comentarios de su señoría más comentados, valga la redundancia, en internet. Esperemos que o guste y muchas gracias a Jon Uriarte:
«El juez influencer y los tontos, cuanta menos gente sepa manejar las manos menos lejos caminará un país
Emilio Calatayud no deja a nadie indiferente. Nunca. No solo porque sea juez de lecciones más que de castigos. O porque algunas de sus sentencias han llenado titulares en positivo, cosa poco habitual, cuando se trata de menores que caminan por renglones torcidos. Cada vez que opina de algo hay marejada. Quizá sea por esa forma de sentenciar, en tribunales y en la vida, tan suya y tan manchega. Puede estar o no de acuerdo. Pero le hará pensar. Como ahora con el blog que publica en el IDEAL. «Faltan mecánicos de coches y sobran influencers y tontos». Esa ha sido la última frase que ha generado debate. Y debo reconocer que al leerla no pude evitar sonreír y, segundos después, asentir. Siempre ha habido vende humos. Pero ahora es el oficio más aplaudido y puede llevar a una gran parte de las nuevas generaciones directa al precipicio.
-Bebo Kool-Aid lo tuyo. Mi idea es buscar un Win-Win, tenemos un USP brutal. Solo me falta hacer el Bain Dump-. Grosso modo es lo que escuché, no era difícil porque hablaba por el manos libres a grito pelado, al tipo que tenía justo detrás de mi en un taller de coches. En esa España que están vaciando los que creen que si no vives en una gran capital no existes, satisface comprobar que todavía hay gente que resiste. De hecho, por eso estaba allí, no cambian piezas. Arreglan coches. Y sin necesidad de pedir un crédito para hacer una revisión general. Total que, mientras esperábamos me llegó la última frase del juez Calatayud. Podía haber sido en otro memento. Pero fue allí y con el cuentista 4.0 a mi espalda. Las dos caras de una moneda que lleva trampa. De tanto engañarnos con el arte de envolver se nos ha olvidado que lo importante es el regalo. Por eso, viendo por un lado al malabarista de las palabras vacías y por otro al mecánico que miraba los bajos de un coche que perdía aceite por la junta de distribución pensé en que Calatayud tenía razón. Y si había alguna duda, se disipó cuando hablé con el jefe.
-Lo conozco desde hace años. Heredó la casa de sus padres y ahora viene de vez en cuando. Creo que vive en Madrid, pero como habla tan raro no le entiendo-susurró el dueño del taller, mientras dejaba caer las cejas, a medio camino entre el hartazgo y la vergüenza ajena-. No quise saber más, porque ya lo había dicho todo. Conozco a demasiada gente así. De esa que suda menos que el malo de Terminator 2, pero parece que esté salvando al mundo. Nunca lograré entender cómo sobreviven y, lo que es peor, cómo alcanzan puestos y sueldos propios de un crack del balón. Cierto que el dios del postureo les cría y ellos se juntan. Pero no puedo evitar volver a sorprenderme cuando les veo en acción. Siempre hablando por el móvil, sin tocarlo, con los auriculares en las orejas y cara de tener prisa. Como el tipo del taller. Allí estaba. Era un manojo de los nervios porque, según él, estábamos esperando mucho a que se librara uno de los elevadores. Y se quejó al dueño.-Imagino que está difícil lo de pillar personal, ¿verdad jefe?, ¡Qué vergüenza. Ya nadie quiere trabajar y tenemos que contratar a «esta gente»?-soltó el bocachancla mientras marcaba otro número, miraba a un mecánico de origen latinoamericano y se daba la vuelta sin esperar respuesta. Ni falta que hizo, porque el jefe del taller siguió a lo suyo y el resto también. Salvo yo, que a veces me sale la vena de mi madre y no me callo ni debajo del agua. Le solté, mientras pasaba a mi lado-Ya lo dice el juez Calatayud. Faltan mecánicos y sobran influencers y tontos-. El tipo se quedó parado mirando a un cartel en el que anunciaban que se hacía la pre-ITV. No abrió más la boca. Eso que salimos ganando. La tarde mejoró y hasta el tórrido calor pareció ser más benévolo. Una hora después salía con el coche revisado y la sensación de que estamos pagando no hacer caso a mi profesor de matemáticas Varona. Ya en los 80 nos decía que sobraban titulados de carreras superiores y faltaban mecánicos dentistas. Solo uno de aquella clase le hizo caso. Y le va de cine. Como a los que eligieron profesiones que ahora necesitan cabeza y mano de obra. En cambio hay más de uno que, con su título bajo el brazo, sigue vendiendo humo y buscando win-win. Y la cosa va a peor. Por eso, como dice el juez, faltan mecánicos y sobran tontos. Puestos a elegir influencer, es mejor que sea alguien como Calatayud.
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