Niños crecientes, pantalones menguantes, y sin dobladillo y rotos, para que no tengan que esforzarse en romperlos
Buenas, soy Emilio Calatayud. Hace poco hablábamos de que los piojos, ¡los piojos de nuestra infancia!, se han convertido en un negocio. Pero es que todo es ya un negocio. Me cuenta una madre que no gana para comprarle pantalones a sus hijos. Y me lo explica: desde que los niños españoles empezaron a equipararse…
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