No porque tenga dinero, que los escritores no tenemos ni un clavel y una gran virtud, que casi no comemos; pero por esas circunstancias de la vida, en el piso que hemos alquilado (en lo que debe ser mi decimocuarta mudanza) tenemos habitación de invitados.
Yo cuando la vi pensé que no era nuestra (¿quién tiene hoy en día habitación de invitados?) pero como el casero dijo que sí y vi como que sobraba, inmediatamente cavilé que si la ponía al vacío pues podía hacer como los astronautas de la Nasa, volar de un lado a otro impulsándome en las paredes y ahí me las den todas. Y ya me imagino la conversación: «¿Y Guisande?». Y alguien de la familia que contesta: «Volando, pero volando de verdad; mira mira por este ventanuco que va a pasar ahora».
Fue imaginarme dando vueltas por el aire que a punto estuve el primer día de succionar por debajo de la puerta el aire que contenía para ver si se notaba algo; pero mi gozo en un pozo cuando el casero repitió por mil millonésima vez que era la habitación de invitados, y fíjate que si soy tonto que oí lo de invitados y a punto estuve de decir: «¡¡¡ah!!!, la mía», sin darme cuenta que tengo contrato fijo con la sioux, mi mujer.
Desde que es la habitación de invitados, no hay día que no me levante, me acerque despacito, abra la puerta y mire si hay alguien dentro porque igual la sioux ha dejado la llave a alguien; pero llevamos dos meses, que nadie, oye, nadie esta en la habitación de invitados, y esto me preocupa y no me preocupa, me alegra y no me alegra, me inquieta y no me inquieta y… (supongo que por una cuestión de simbiosis) la habitación de invitados me invita a pensar.
Y lo que pienso es, si es que todos mis amigos tienen casa, lo cual me alegra, o hay alguno que no la tiene pero que me considera tan borde que antes de venir a mi casa, a la susodicha habitación, prefiere estar al fresco, llueva truene o relampaguee.
Yo estos días me noto raro, noto que a todo momento me pregunto: «¿Seré borde y por eso no quieren venir? ¿seré borde, no seré borde, seré borde no seré borde?» Y realmente he llegado a la conclusión de que borde borde lo que se dice borde no soy, que como mucho, con lo delegado que estoy, lo que tengo son esquinas.