Si yo entiendo que creces, cómo no lo voy a entender… claro que lo entiendo, como entiendo que cada día eres menos joven aunque aún recuerdes todavía cuando metías un gol en el colegio o cuando te enamoraste a saber de quien que te parece que fue ayer… lo entiendo; pero una cosa es esa y otra que sitio adonde vayas te lo recuerden tratándote de usted.
Voy a Radio Voz a grabar las entrevistas que semanalmente se emiten sobre las 11 horas los viernes, e Ismael, un chaval de prácticas que esta de técnico, me dice: «Póngase aquí, que esta más cómodo», y no le pego dos ostias al Ismael porque me denuncia, que si me dejaran lo meto en la mesa de mezclas y solo saca de ella la cabeza como si fuera un botón más de los miles que hay allí.
Voy por la calle, se acerca una niña, me pone un bote y me dice: «Señor, me da algo, es que es para una campaña contra el colesterol»; y tal cual suelto un euro me da ganas de meter una cuchara por las venas, sacar a paladas como los heladeros el colesterol, que debe ser como grasilla, y ponerla en el suelo y que la chicuela se esnafre o patine hasta Vietnam del Norte o del Sur y no volverla a ver.
Y así todos los días y en todas las situaciones. Vas a un bar… «¿el señor desea algo?», sales del bar… «que le vaya bien»; te quedas en la puerta del bar porque llueve, hace frío ¡¡¡¡¡ o porque te da la gana joé !!!!!!, que no vas a estar todo el día andando o está prohibido pararse ahora en la puerta… pues entonces el camarero… «es que hoy le hace un día… ». «¿Un día?» piensas, «¿un día…?, llevo así con el “usted” como cinco años y me tenéis todos frito, totalmente frito, desesperado, exasperado», «¿Un día?», lo bemoles, un día…
Y claro; ponte tú a decirle a Ismael de RadioVoz, a la niña del colesterol o al camarero que en lo único que llevas pensando en todo el día, y son las ocho de la tarde, es en por qué la mantequilla siempre es amarilla, que por qué no hay mantequilla de colores con lo bonita que quedaría en las tostadas.
¡¡Hala!!! díselo tú so listo; a ver qué piensa la niña, a ver si piensa si estás tronado, se asusta, llama a su hermano el cachas y te calza dos porque cree que le has hecho algo; o díselo al Ismael, a ver si electrocuta con el cableado; o al del bar, a ver si cierra la puerta con cuatro candados y llama a los GEOS mientras tú piensas que la mantequilla bien podría estar en un envase siempre a la misma temperatura y no que cuando la saques de la nevera tengas casi que cortarla con sierra eléctrica.
Anda, listín, díselo tú, díselo tú… pues no, te callas y aceptas el usted aunque por dentro pienses: «Los mato, los mato … vamos que si los mato, ¡¡¡¡ es que los matoooooooo !!!!».