Hoy publicamos en IDEAL un artículo sobre… sobre… sobre… todo esto. A ver si os convence, ya que este anterior pareció pesimista:
Lo que más me gustó de la pasada edición de la Gala del Deporte, brillantemente organizada por la Asociación de la Prensa Deportiva, fueron las palabras de uno de los galardonados, que dedicó el premio a todos esos deportistas anónimos que, después del trabajo, se calzan unas zapatillas y sacan media hora o cuarenta y cinco minutos para correr, nadar o jugar al baloncesto.
¡Y tanto que sí! De hecho, las empresas y el estado deberían remunerar con siete horas extra a todos los trabajadores y ciudadanos que dedican sesenta minutos diarios a hacer deporte. Y no sólo por una mera cuestión de salud física, sino también por los imprescindibles aportes que el ejercicio tiene para la salud mental, emocional y creativa de las personas. Lo decía F. Nietzsche, en una de esas máximas imprescindibles: «Todos los pensamientos fértiles y poderosos surgen cuando se está en acción».
El mismo viernes en que se entregaban los premios del deporte granadino, más de 25.000 jóvenes estaban concentrados en el famoso botellódromo de la ciudad. No estaban reivindicando ninguna solución a la crisis, gritando el célebre “Nuclear No, gracias” o protestando contra la represión que Gadafi ha desencadenado contra los libios. Se habían juntado para beber. Lo que no es ni bueno ni malo, pero sí un inequívoco síntoma de los tiempos en que vivimos.
Mientras tanto, la jovencísima tenista Lucía Martínez sostenía que sus amigos no la entendían cuando pasaba de salir de copas ya que, al día siguiente, tenía que entrenar. Hablaba con una contagiosa ilusión desde un escenario en el que Victoria Padial representaba la reivindicación de deportes tan minoritarios como el biatlón invernal o el padre de la nadadora Teresa Gutiérrez ejemplificaba el compromiso de la familia con los desvelos de una vida dedicada al deporte.
Quiso la casualidad que, junto a estas deportistas jóvenes, ilusionadas y rebosantes de vitalidad y optimismo, subieran al escenario los nominados al premio de Mejor Deportista Granadino, todos ellos ya veteranos y curtidos en mil batallas, tanto deportivas como vitales. El motociclista Miguel Puertas, el ultrafondista Miguel Ángel Jiménez y los remeros Joaquín González y Rafael Esteban son otro ejemplo a seguir: tesón, fuerza de voluntad, madrugones insensatos, horas de soledad y entrenamiento bajo el rigor de los elementos y una inusitada capacidad de sacrificio a unas alturas de la vida en que buena parte de las personas ya lo dan todo por hecho, vivido, conseguido y experimentado, limitándose a dejarse llevar por la inercia de los años.
Y estuvieron, por supuesto, los deportistas discapacitados que, sobreponiéndose a los impedimentos con que la vida les castigó, hacen bandera del afán de superación. Entonces me acordé de la película “El truco del manco”, cuando El Langui le espetaba a un amigo, quejoso y llorica, eso de “¡A mí no me digas que no se puede!” Inmejorable lección, la del viernes: si queremos, si de verdad tenemos ganas, podemos.
Con trabajo, ilusión y esfuerzo, ¡sí se puede!
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.