Dejamos la columna de IDEAL, que muestra un tanto de aturdimiento.
Una vez que ha finalizado la Eurocopa, volvamos la mirada hacia aspectos de la realidad cotidiana que también nos afectan y sobre los que, me temo, sabemos bastante menos que del combinado nacional de Luis Aragonés. Por ejemplo, ¿qué sabemos del “no” irlandés al Tratado de Lisboa? De hecho, ¿en qué consiste el tinglado de Lisboa? ¿Qué supone para España? Y, lo que debería ser más importante, ¿qué implica para los ciudadanos de la Unión Europea?
Es sintomático que a los analistas, periodistas y tertulianos se les llene la boca de europeísmo o euroescepticismo y que buena parte de sus lectores y oyentes, en realidad, no tengamos ni repajolera idea de lo que están hablando. Porque nadie se ha molestado en explicar, de forma clara y comprensible, qué era eso del Tratado de Lisboa. Yo recuerdo una Constitución Europea que, buscando nuestro apoyo y connivencia, nos fue explicada con pelos y señales: análisis pormenorizados de cada artículo, separatas en periódicos y revistas, programas de televisión, etcétera. Después, en el referéndum, mucha gente no votó, pero no sería por falta de información. Sin embargo, desde que el proyecto de Constitución fue rechazado por franceses y holandeses, todo lo que tiene que ver con la UE se ha visto teñido de una nebulosa que los medios no se encargan de aclarar.
Cada vez más, las informaciones de los medios dan tantas cosas por sabidas que quiénes no estamos en el ajo no entendemos nada. Y, por tanto, cansados y hastiados, dejamos de leer y escuchar según que columnas, tertulias y noticias que, en realidad, no nos cuentan nada. Por eso, efectivamente, los medios tradicionales deben temer a Internet. Porque, al final, en la Red es donde está la información. Una información clara y rigurosa que debía sernos suministrada por radios, periódicos y televisión y que, sin embargo, en muchos temas trascendentales, está siendo manipulada y escamoteada. Unas veces, por los intereses espúreos de los grandes conglomerados mediáticos, cada vez más concentrados. Otras, por el divismo, el egocentrismo y el corporativismo de unos profesionales que, a veces, parecen olvidar las reglas básicas del juego, obviando al ciudadano de a pie.
Luego, cuando el CIS señala que el de periodista es uno de los oficios peor valorados por la sociedad, los medios se echan las manos a la cabeza y culpan de ello a la prensa rosa y del corazón. Cualquier excusa es buena antes de hacer un poquito de análisis y, de considerarse oportuno, hasta de autocrítica. Jesús Lens Espinosa de los Monteros. |