Antes de echarle la culpa de todo a ZP y/o Rajoy:
¿Por qué se empeñaron en una librería en tomar nota de mi teléfono para llamarme cuando tuvieran un libro que les llegaría en tres o cuatro días y aún no me han llamado, dos semanas después?
¿Por qué una tienda que vende por Internet y me manda un e mail con las novedades no me responde a la pregunta concreta que le hago a vuelta de correo sobre uno de los productos ofertados?
¿Por qué, dos horas después de instalado el Canal + en casa, ya no funciona su mando a distancia? ¿Por qué no me han llamado de la imprenta que tiene que editarme un boletín a la mayor urgencia, después de que, primero, su comercial no viniera a la hora convenida a mi lugar de trabajo y, después, quedaran en llamarme a primera hora de la tarde para ver unos cambios que tenemos que hacer en el mencionado boletín? PD I.- (Continuará) PDII.- ¡¡¡Continuad!!!
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Día: 5 de marzo de 2008
BOURNE / MALTÉS
¿Cuál es la primera aparición de Bourne?
¿Dónde lo encuentran?
¿Quiénes?
¿Cómo?
¿Qué hacen con él?
El nacimiento de Corto Maltés en
«La balada del mar salado» de Hugo Pratt.
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FANTASMAS PERSONALES
LA TRILOGÍA DE BOURNE
No sé qué razón me llevó a dejar de ver estas pelis en el cine. Porque uno, aunque no frecuente el whisky, hace ya tiempo que se ha hecho adicto a la combinación de J y B: James Bond, Jack Bauer y, ahora, Jason Bourne.
Significa eso, por supuesto, que me ha gustado, y mucho, la saga de Bourne. Me ha gustado cómo empieza, en lo que debe ser un homenaje a Corto maltés, el personaje de Hugo Pratt que surgió de los mares, hizo de la madre naturaleza. Me gusta el ritmo, bestial, de cada una de las entregas. Todo lo que pasa y cómo pasa a una velocidad de vértigo.
Me gusta cómo Bourne va al grano, sin desviarse de sus objetivos, aún estando amnésico. Hay momentos esplendorosos, como cuando se da cuenta de sus habilidades, sin saber para qué las necesita ni por que las tiene. Me gusta la actualización tecnológica al mundo del siglo XXI del cine de espías de toda la vida, con esos centenares de cámaras por todos sitios, convertidas en el Ojo que todo lo ve; esos móviles que dejan rastro y señal, esas combinaciones por voz de las cajas fuertes, los satélites, las transacciones bancarias… Los espías de siempre, reciclados al mundo de hoy.
Me gusta el mensaje de la película, entre conservador y crítico con el sistema USA. Crítico porque habla sobre la manipulación de las mentes de las personas, el adoctrinamiento, los parasistemas alegales de las agencias de información, etc. Conservador porque siempre son unos locos extremistas quienes ponen en marcha este tipo de iniciativas, unos exaltados mafiosos que van más allá de lo que marca la política oficial del sistema.
Pero si dejamos de lado esa cuestión, Bourne nos sigue gustando. Por las peleas, secas, dañinas, duras, contundentes. Sin artificios y sin saltos a lo Mátrix (aunque en la tercera de la serie, se le va algo más la pinza al director) con las coreografías suscintas para demostrar que en este vida, además de aprender álgebra y geografía, hay que memorizar hasta la extenuación según que movimientos de lucha… si te quieres dedicar a eso del espionaje posmoderno. ¡Qué jartá palos, se pegan los amigos!
Y nos gustan las persecuciones. Porque desde “Ronin” no veíamos persecuciones tan falsamente realistas como las de Bourne, tan bien rodadas, tan magistralmente filmadas, de las que te tienen pegado a la butaca (sofá) conteniendo el aliento. Sencillamente, y en dos palabras, aco-jonantes.
Y los paisajes. Los países. Las ciudades. Que Bourne es un catálogo promocional de las ciudades más in del momento, de Berlín a Goa, pasando por Nueva York. Y dos lugares muy especiales: Madrid y Tánger.
Más allá de cualquier otro baremo, para saber qué lugares son los que petan en el mundo, películas como las de Bourne resultan de lo más esclarecedor. ¿Querrá decir algo que Barcelona sea el escenario de la última película de Woody Allen y Madrid lo sea de la Bourne?
Y está Tánger, claro. Con un momento muy especial, cuando la acción acontece en ese Café de París en cuya terraza, un día de febrero de hace tres o cuatro años, hicimos un estimulante ejercicio de escritura automática, dada la enorme y apasionante cantidad de estímulos que llegaban, desde todos los rincones de una ciudad que tiene el aroma a un pasado fastuoso, un presente melancólico y un futuro incierto.
En fin, que el visionado de las tres entregas de Bourne ha constituido todo un placer. Que Matt Damon da el perfil perfecto de joven idealista metido en un berenjenal que no entiende y del que lucha denodadamente por escapar. Y que el cierre marítimo de la saga, circular, es el más apropiado para una historia en que continente y contenido están a la altura de lo que se espera de una película de estas características.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.