¿OS GUSTA EL CINE?

Seguimos abusando de las fotos remitidas por Nefer, en este caso, para anunciar que en Facebook hemos montado un grupo de amigos para charlar de películas y organizar excursiones cinéfilas, cuyo primer objetivo será, evidentemente, Indiana Jones. ¿Qué es Facebook? De ello hablábamos el fin de semana…

En fin. Que se animen a hacerse de Facebook y nos seguimos viendo en la Red.

Jesús Lens.

EL EFECTO TRANSILVANIA

Una de las cosas que más me gustan de los libros de Juan Ramón Biedma es cómo los titula. Si “El manuscrito de Dios” podría recordar, tan vaga como falsamente, a las novelas criptomilenaristas de inspiración Danbrownianas; títulos como “El espejo del monstruo”, “El imán y la brújula” o “El efecto Transilvania” son esplendorosos fogonazos de ficción súbita, auténticos microrrelatos en sí mismos con una indudable capacidad de sugestión.


Sugestión. Otra de las razones por las que me gustan tanto las novelas de Biedma es por su alto poder de sugestión. Son novelas que provocan sensaciones en el lector, sensaciones físicas, quiero decir. Se trata de novelas táctiles que, al empezar a leerlas, parece que pusieran en marcha una de esas máquinas de hacer niebla que se usan en los conciertos. Abrir las páginas de uno de sus libros significa destapar una especie de Caja de Pandora que enrarece los ambientes y los hace densos y espesos.


Eso no quiere decir que las novelas se hagan duras o pesadas de leer, ni mucho menos. Porque, y creo que ya lo hemos comentado, las novelas de Biedma nos gustan. Nos gustan mucho. Nos gustan, por ejemplo, por la Sevilla que nos muestran. Una Sevilla oscura, diferente. Una Sevilla alejada de los circuitos turísticos al uso. Una Sevilla imaginaria que resulta de lo más real y creíble. Una Sevilla onírica que, como ocurre en las películas de miedo, te gustaría recorrer aún a sabiendas del horror que te puede esperar al doblar cualquier esquina.

Nos gusta haber podido descubrir, de la mano de Biedma, que eso de la novela gótica no es una cosa antigua y trasnochada del siglo XIX. Que una pirámide precolombina en la Sevilla posterior a la Expo puede producir tantos fantasmas como los castillos ingleses. Porque Biedma es, y hace tiempo que no utilizo esta expresión, un tipo proteico con una envidiable y desbordante capacidad para crear atmósferas, universos paralelos, dimensiones desconocidas, mundos imaginarios.

Pero es que, además, Biedma borda a sus personajes. Los mima, los quiere y los trata con cariño, aunque luego los apalee, llegado el caso. Son personajes complejos, contradictorios y llenos de aristas. Personajes que mienten, aman, odian, engañan, ayudan y traicionan. Personajes de muchas caras, y, desde luego, no siempre amables.

Las tramas. ¿Hemos hablado de las tramas? No. Y es que Biedma también construye tramas de estilo arácnido: tiende una fina tela de araña en torno a un lector que queda irremisiblemente atrapado en ella, sin posibilidad de escape.

Bueno, voy concretando: “El efecto Transilvania”, publicada por Roca Editorial, es una novela de Juan Ramón Biedma, por lo que el lector ya debe saber, a estas alturas de la reseña, de qué estamos hablando. Una novela protagonizada por un chaval de catorce años que acaba de salir del hospital, tras sufrir una extraña enfermedad que le hace ver e interpretar la realidad desde un punto de vista muy, muy especial.

Y, aunque podríamos hablar mucho más de ella, ahí lo dejamos. De momento. Invitándoles a todos a que no duden en penetrar en la Sevilla mágica, onírica y fantásticamente irreal de uno de los narradores más poderosos y de una personalidad más fuerte y definida de nuestras letras actuales. Un lujo.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- Reseña anterior de «El Manuscrito de Dios», en aquella Bitácora titulada Pinchando en Hueso.

UN VIDEOJUEGO, UNA PORTADA

El lanzamiento al mercado de un millón de copias de la nueva novela de Ruiz Zafón ha ocupado un montón de ruido en los medios de comunicación y el hecho que el susodicho apareciera en las portadas de los periódicos, hartándose de firmar libros en Sant Jordi, a nadie parece haberle extrañado lo más mínimo.

Igual que, cuando se estrene Indiana Jones, el célebre arqueólogo y sus papis putativos coparán el ruido y la furia mediáticos, faltaría más.

Sin embargo, el hecho de que un videojuego haya llegado a la portada de un periódico de difusión nacional como Público sí que encendió todas las alarmas de los políticamente correctos. ¿Era un Publirreportaje? ¿Por qué un periódico serio llevaba a su portada una banalidad como es un videojuego?

Y lo curioso es que, como señala Enric González en su columna televisiva de hoy, “Autores”, Grand Thef Auto mueve cifras infinitamente superiores a cualquier libro y a cualquier película.

La pregunta sería, pues, ¿quién teme a los videojuegos?

Jesús Lens.

TWITTER Y FACEBOOK

Este punte, además de cumplir con varias de las pretensiones que nos marcamos a su ya lejano inicio y dejar algunas otras en el tintero (las menos, que conste), hemos estado trasteando en algunas de las herramientas que forman parte de la tristemente llamada Web 2.0: el Twitter y Facebook.

El Twitter es una gansada cachonda que permite seguir los pasos de las personas en tiempo real. Uno escribe en la página “Blogueando” o “Corriendo con los amigos de Las verdes” o “En las zambras del Sacromonte” y dichos textos, que no pueden tener más de 140 caracteres, aparecen publicados allá donde quieras. En mi caso, lo he incorporado a la célebre (aunque ignorada) margen derecha de esta bitácora y, también, a mi página del Facebook.

Facebook. ¿Libro de Caras? ¿Las caras de los libros? ¿Libros por la cara? ¿Son caros los libros? No sé mucho de Facebook. Me enteré que, antes de las elecciones, Rajoy se apuntó y sumó un montón de amistades en poco tiempo.

La verdad es que me di de alta, pero no le encontré mucha utilidad. Y pasé de ello. Un par de amigos se hicieron amigos, otro me mandó su solicitud para ello… y ha sido en este Puente, con más tiempo, que me he podido enterar un poco más del tema.

Facebook parece ser una especie de lugar de encuentro virtual entre amigos que incorpora buena parte de los gadgets habituales de la comunicación por Internet: foros, chats, messengers, cuadernos de fotografías, tablón de anuncios, perfiles actualizados, aficiones compartidas, el mismísimo Twitter del que hablábamos… Te recuerda fechas de cumpleaños y te permite mandar felicitaciones y regalos, crear eventos e invitar a tus amigos a que vayan y, me imagino, un larguísimo etcétera de aplicaciones que ahora mismo se me escapan.


Yo, ahora mismo, tengo once amigos. Lo que, me imagino, debe ser una ridiculez. Pero bueno. Las amistades cibernéticas hay que cultivarlas poco a poco.

En fin, que nos vamos zambullendo, cada vez más, en el tinglado este de la Web 2.0, de la que sabemos muy poco. Y eso que ya se empieza a oír hablar de la siguiente revolución en esto de Internet. Una revolución a la que los intelectuales y gurús de la cosa empiezan a llamar, en un prodigio de originalidad, Web 3.0. Manda webs, que diría Trillo.

Si la Web 2.0 ha sido, es, la de la interactividad y la relación social, se supone que su versión más avanzada estará basada en el conocimiento. Y como Conocimiento, en inglés, es Knowledge, ¿por qué no llamarla Web.Kon, jugando con el conocimiento, el knowledge y el punto-com típico de la cosa virtual?

Una idea. Una propuesta, tan solo.

Jesús Lens, en busca de amigos para su Facebook.