Permitan que introduzcamos esta procacidad en la Bitácora, pero aún estoy flipando con la búsqueda que un internauta hizo en google y que terminó por conducirle a aquella entrada, famosa, que titulamos “Hijos de Puta. Hay que decirlo más.”
Porque no sé si ustedes saben que si pinchan el apartado Ver estadísticas que tienen justo ahí a la derecha, bajo el número de visitante, se despliega un estupendo programa: el Statcounter. En él tenemos un montón de estadísticas sobre el tráfico de la Bitácora, empezando por número de visitas diarias. Y, a la izquierda de las barras, hay un menú muy completo con muchas opciones, entre las que está el “Recent Keyword Activity”, en que aparecen las palabras que los internautas han tecleado en distintos buscadores, mayormente, el Google. Así podemos saber que en esta Bitácora ha recalado gente que buscaba información sobre cómo y dónde hacerse las trenzas, o sobre la Semana Negra, sobre Senegal o sobre Imágenes Imposibles. Pero esta tarde me he quedado impactado cuando encontré la que, pienso, puede ser la búsqueda más singular en la historia de Internet: “Número de la puta más buena del mundo”. Así. Sin más. A pelo. Con un par. “Número de la puta más buena del mundo”. No sé si el menda, dando por supuesto que sea un hombre, andará tan sobrado de pasta como de líbido, pero, desde luego, no se anda con chiquitas. “Si hay que irse de putas, que sea con la mejor”, habrá pensado. Y, como todo está en Internet, pues eso. Que a buscar se ha dicho. Total, para terminar recalando, paradójicamente, en una entrada dedicada a los hijos de puta. Que, por cierto, al menda le debe haber gustado ya que repitió dos veces la operación de búsqueda, con cuatro minutos de diferencia. No sé, obviamente, ni quién es ni de dónde ha surgido este rastreador de teléfonos de meretrices del mundo. Y tampoco sé si habrá tenido éxito con su búsqueda, hijoputeces aparte. Pero que me ha llamado la atención y quería comentarlo con ustedes. Por cierto, ¿qué otros resultados obtendremos con la consulta “Número de la puta más buena del mundo”? Voy a googlear a ver… Hasta luego. PD.- ¿No habría que ir haciendo ya otra entrada sobre Hijos de Puta? Se admiten sugerencias.
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Día: 24 de junio de 2008
EL IMÁN Y LA BRÚJULA
Arranca la narración con un primer capítulo, hiperbreve, que impacta y sacude al lector por su crudeza, como si hubiera caído, de pronto, en un pozo ciego de terror salvaje, protagonizado por un asesino serial, cruel y despiadado: “Para no mirar la agonía de la niña a sus pies, intenta fijar la mirada en el calendario de la pared, que le sirve para recordar… que el 23 de noviembre de 1926 aún no ha terminado.”
Sí. Estamos en 1926. En esa Sevilla que tanto gusta a Biedma. Y no se trata de un flash-back, ni mucho menos. Porque uno de los grandes logros de “El imán y la brújula” es contar una historia brutalmente contemporánea, que toca esos temas de triste actualidad que hemos reseñado, radicándola en una década tan improbable como la de los años veinte que, en este caso, distan mucho de ser felices.
Uno de los aspectos que más me subyugan de la prosa de Biedma, como ya dijimos en la reseña que escribimos sobre “El efecto Transilvania”, es la capacidad que tiene de generar y transmitir sensaciones táctiles a través de las páginas de sus libros. Y, desde luego, en “El imán y la brújula”, lo consigue de largo, generando en el lector una agobiante y permanente sensación de oprobiosa angustia.
Estamos ante un libro posmoderno que, para contar muchas de los vicios de las sociedades actuales, hunde sus raíces en una época turbulenta de la historia de nuestro país, que ya anticipaba lo que estaba por venir a través de la amenazante figura de un militar que andaba haciendo la guerra de Marruecos.
Un grupo de iluminados se basan en las enseñanzas del Marqués de Sade para renunciar a Dios. Gente poderosa y bien conectada, que no dudará en defender sus privilegios cuando, de repente, un don nadie empiece a husmear en sus asuntos, acompañado de una singular caterva de personajes que, como ha señalado Paco Ignacio Taibo II, hacen que “Biedma se haya convertido en un artista de una nueva novela negra, esperpéntica, que podría calificarse de nieta de Valle Inclán.”
Efectivamente, los personajes que deambulan por la Sevilla y el Madrid tan atractivamente recreados por Biedma, parecen provenir de aquel Callejón del Gato de los espejos deformantes, transmitiendo una visión subjetiva, personal y muy particular de la realidad circundante.
Una novela adictiva y atractiva, con personajes bien trazados, una historia compleja y rica en matices que tiene su punto fuerte en la densidad y sensación de angustiosa realidad que el autor consigue transmitir en cada capítulo, en cada página, en cada párrafo.
Una novela soberbia y sobresaliente que deslumbrará a lectores de todo tipo y condición y que confirma a Biedma como uno de los autores españoles de culto y cabecera, de imprescindible seguimiento.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
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