Echando cuentas, vengo a trabajar unas nueve horas diarias de media, fines de semana incluidos, lo que hace un total de 63 horas semanales. Las hay que trabajo más, con sesiones de hasta catorce diarias sentado frente a éste u otro teclado de ordenador. Pero, excepción hecha de las treinta y pico de horas semanales a que me obligan un contrato, el resto las echo única y exclusivamente porque quiero y me da la gana, no necesitándolas para pagarme las habichuelas.
Ahora bien, si alguien me obligara a hacerlo, seguramente dejaría de hacerlo. Por eso me solidarizo con la campaña Anti65 horas, que está teniendo bastante repercusión vía Internet, aunque los grandes medios de comunicación ni se hayan dado por aludidos, tan concentrados están en la Eurocopa y en las paridas gramaticales de la Ministra Aído. O Aída. Parece que en España no preocupa excesivamente el tema de las 65 horas, convencidos de que, gracias a ZP, estamos a salvo del salvajismo neoliberal europeo. Lo malo es que nuestro país empieza a ser como la pequeña aldea gala de Astérix y Obélix: el último reducto de un socialismo en franco retroceso continental.
Mientras las grandes multinacionales han utilizado multiplicadores de muchos miles de ceros a la hora de contabilizar sus beneficios, los trabajadores gozamos cada vez de menos derechos y menos garantías. Y no nos consolemos con el célebre “Spain is different”. Baste recordar la cita del pastor Martin Niemoeller, erróneamente atribuida a Bertolt Brecht, sobre los nazis y cómo se hicieron con el poder: “Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí.” Jesús Lens Espinosa de los Monteros. PD.- Para firmar contra las sesenta y cinco horas, pinchar en este enlace. Etiquetas: 65 horas, esclavitud, zapatero, europa, fascismo, neoliberal |
Mes: junio 2008
ENCUENTRO BIL: UNA PERSONA, UN LIBRO Y ¿UNA? BIRRA
Amigos míos, a algunos les debo un libro. Y ese libro que os debo, os lo voy a pagar. En día, hora y lugar concretos: el próximo viernes 27 de junio, a las 21.30 horas, en el granadino y recoleto Bar Jaraiz.
Aprovechamos la presencia en Granada de los excelentes novelistas cubanos Rebeca Murga y Lorenzo Lunar Cardedo para hacer una convocatoria bírrico-literaria a la que hemos bautizado como Encuentro BIL.
La propuesta: que cada uno de vosotros lleve un libro al que le tenga especial cariño y, condición obligatoria, que no pase de los 10€ de precio, para intercambiarlo con el libro de idénticas características que llevará otra persona. De manera informal, cada uno puede comentarle al otro, u a los otros, el porqué de su elección, recomendando lecturas, etcétera.
Se trata de organizar un encuentro informal de amigos de los libros, las bitácoras y las birras (Encuentro BIL) para charlar y disfrutar de una agradable velada sin mayor pretensión que la de estar a gusto y tranquilos.
Espero que haya libros de Lorenzo, editados por Almuzara, para ser firmados y dedicados y, además, ponemos sobre la mesa otra propuesta.
Si habéis seguido las últimas reseñas de esta Bitácora, habréis visto que hemos flipado con las dos novelas de Carlos Salem: “Camino de ida” y “Matar y guardar la ropa”, publicadas por la editorial Salto de Página.
Pues bien, todo aquél que quiera, con fecha límite lunes 23 de junio a las 23.59 horas, puede pedir libros dedicados de Carlos Salem, a través de esta Bitácora y en base a las siguientes premisas:
A.- Decir qué libro/s quiere y el nombre de la/s persona/s a las que vaya/n a ser dedicado/s.
B.- Acuda el viernes al Encuentro BIL o, en su defecto, se haga personalmente responsable de su recogida.
C.- Acuda al Encuentro BIL con los 16,95 euros que cuesta “Camino de ida” y los 18,50 de “Matar y guardar la ropa” o, en su defecto, se comprometa a ingresarlos en la cuenta que un servidor le comunicará, a los efectos correspondientes.
Amigos, anímense. Hablamos de libros, birras y amigos. ¡Una oferta que debería ser irrechazable!
Vayan reservando la fecha, confirmando su asistencia y buscando qué libro pedir, qué libro llegar.
Un abrazo.
Jesús Lens
Pd.- Y que de verdad que pagaré mis deudas librescas con Anfrés, Néfer, Pinar, Toni, etc.
ANTES DE QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO
Encabezada por un reparto espectacular, con un sorprendente Ethan Hawke, un soberbiamente cínico Phillip Seymour Hoffman, un impresionante Alber Finney y una realista Marisa Tomei, estamos ante una película repleta de giros en el guión que, más que buscar la sorpresa del espectador, consiguen introducirle en una viciosa y adictiva espiral descendente que le lleva, directamente, al aparato excretor del género humano.
Desde la cabeza, pasando por el corazón y con parada en las tripas, “Antes de que el diablo sepa que has muerto” es un viaje a la hez en que ha terminado derivando la relación de los seres humanos con sus personas más cercanas y teóricamente queridas.
Sin dejar títere con cabeza, Lumet ha demostrado la realidad y actualidad del célebre aforismo: “A la vejez, viruelas.” Sin favores que pagar a nadie, sin concesiones a la galería o al comercialismo más oportunista, el guión de la película es modélico, funcionando como un martillo pilón que, sin prisas pero sin pausas, se empeña en demoler la estructura familiar básica.
Para ello, utiliza una narración fragmentada y desestructurada, en el tiempo y el espacio, con multiplicidad de puntos de vista y secuencias concatenadas en que cada personaje va aportando su granito de arena al descubrimiento de la verdad. O, al menos, de su verdad. Porque las verdades de los unos no se corresponden, ni de lejos, con las de los otros. Como la vida misma.
¿Recuerdan “Secretos y mentiras”, de Mike Leigh? Pues “Antes de que el diablo sepa que has muerto” es su quintaesencia más cruel y canallesca; dura y afilada; ácida y corrosiva. Porque, aunque parezca exagerado, todo lo que se nos cuenta puede ser radicalmente cierto, empezando por esas confusas relaciones fraternales de dependencia y sumisión.
Una historia sin concesiones, extraordinariamente bien contada, dirigida de una manera muy eficaz y, sobre todo, magistralmente interpretada por todos los actores que toman parte en la misma. Y, como pasa en “La niebla de Stephen King”, se trata de una película hecha por adultos y para adultos, con mucha tela que cortar y con un poderoso mar de fondo, violento, actual, moderno; una de esas películas que dan que pensar, que dan que hablar y que hacen reflexionar. Muy, muy recomendable.
Lo mejor: Los giros en la trama y cómo evolucionan las relaciones entre los personajes, poniendo al descubierto las taras, cánceres y tumores de la institución social básica.
Lo peor: En algún momento, se drama se transforma en dramón.
Valoración: 8
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
UNA MÁS DE IMÁGENES IMPOSIBLES
¿No debería de ser radicalmente imposible esta imágen? Y es que mira que nos gustan las imágenes imposibles, contradictorias y a contracorriente, que ya vamos acumulando unas cuántas…
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DE LA PRESENTACIÓN DE CAMINOS CORTADOS
Comenzamos agradeciendo a los dos compañeros de mesa de aquella estupenda tarde. A Jesús Conde, tocayo y buen amigo, por recomendarme para escribir el prólogo de esta “Caminos cortados” que presentamos esta tarde y, sobre todo, por ponerme en contacto con Ramón Gonzalo.
A Ramón le tengo que agradecer que confiara en mí para algo tan delicado y especial como es que te escriban el prólogo de una novela. Porque el prólogo es el primer contacto que, tras la portada, el lector va a tener con tu obra.
Reconozco que yo, con los prólogos, no me llevo bien.
Me pasa como con las críticas de cine o las literarias. No hay nada más detestable que una reseña en que el autor de la misma desvele aspectos esenciales de la trama, desactivando la sorpresa que el autor o el director había preparado para su lector. Por no hablar de los graciosillos que cuentan el final de las películas. Esos ya no tienen nombre.
Por tanto, cuando Ramón me dijo que quería que le escribiese unas notas introductorias para su “Caminos cortados”, me puse un tanto nervioso. En un prólogo debes invitar al lector a que se adentre en las páginas del libro que tiene entre sus manos, sin, como hemos dicho, desvelarle nada importante de la trama. Debes conseguir que el lector se interese por los personajes y la historia, pero con gran discreción. Debes contextualizar la historia en el tiempo y el espacio, comentando aspectos del autor que sean relevantes… y sin pasarte, para no quedar como un pelota.
Todo ello fue lo que intenté hacer en el prólogo de “Caminos cortados” y, dado que Ramón lo ha incluido en el libro y ha contado conmigo para la presentación, quiero creer que no lo hicimos mal del todo.
Por tanto y para que puedan sumergirse directamente en la extraordinaria prosa de Ramón cuando compren el libro, comentamos brevemente algunas de las cuestiones que hemos tocado en esas páginas.
Comenzamos con una cita de John Moore, el filósofo inglés adscrito a la escuela realista: “El hombre recorre el mundo buscando lo que necesita y vuelve a casa a encontrarlo”. Pienso que esta frase es un excelente compendio de todo lo que vamos a encontrar en el libro. Un libro que es un libro de viajes, pero a contracorriente.
Nada de grandes epopeyas homéricas y aventuras desmesuradas. Porque los viajes también pueden darse en territorios más cercanos, asequibles y agradecidos. Además, los típicos libros de viajes cuentan cómo una persona de nuestro entorno viaja a lugares lejanos y se encuentra con paisajes desconocidos. En este caso, Ramón hace al contrario: su personaje es un extranjero que se viene a vivir a un pueblo indeterminado del sur de España. Y que cuenta cómo nos ve.
Lo importante no es tanto la descripción de un paisaje, que para eso están las fotos, cuanto mostrar una mirada diferente, personal y única acerca de la realidad que rodea al viajero. Y eso es lo que hace Gunter, el protagonista de la novela. Se instala en el pueblo y se integra con la gente. Cuando leía la novela me acordaba de dos series de televisión muy distintas entre sí, pero con un rasgo en común: tanto en “Twin Peaks” como en “Doctor en Alaska”, un personaje urbanita se ve obligado, cada uno por unas razones distintas, a integrarse en un pequeño pueblo.
Una en clave de comedia y la otra en clave negra, ambas series se meten en la vida de un pueblo pequeño, que es escrutado desde la óptica de un forastero, que todo lo mira y todo le llama la atención. Igual que hace Gunter en esta Andalucía nuestra. Un Gunter que es arquetipo del joven que rompe con su pasado, que busca el sol, la luz y la magia del sur, no en vano, se trata de un suizo que viene de la fría Basilea.
Para quiénes trabajamos en banca, la sola mención de la palabra Basilea nos produce urticaria, con sus reglamentaciones, sus leyes y sus adaptaciones legislativas. Es como la secuencia de “El tercer hombre” en que el cínico Harry Lime al que daba vida Orson Wells hablaba de esa aburrida Paz Suiza del reloj de cuco. De allí huye Gunter, en busca de una vida más emocionante y atractiva. Y recala en un pueblo de la España compleja en que, al principio, todo resulta estupendo y maravilloso. Después, no tanto. Porque entra en colisión con esas Dos Españas, que en la novela se ven representadas por algo tan castizo como dos tabernas.
Pero no quiero incumplir lo que dije al principio ni desvelar cosas de la trama.
Así que, antes de terminar, quiero referirme a un aspecto formal de la novela que, como pueden apreciar, es escueta. Ramón hace cierta otra célebre máxima de nuestro acervo cultural, de Baltasar Gracián en este caso: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, al atreverse a escribir una novela corta. Y para terminar, debemos destacar una de las cualidades más sobresalientes de Ramón como autor: su prodigioso manejo del lenguaje. Un lenguaje culto, variado y amplio que le acredita como un gran lector y, también, como un autor con un excelente oído para las conversaciones captadas al azar como la lectura de “Caminos cortados” pone de manifiesto.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
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