Cuando escuchamos hablar de novela negra y criminal, automáticamente pensamos en ambientes grises, brumosos y oscuros. Noches de lluvia cerrada, gabardinas y sombreros. Pero el género policíaco también puede irse de vacaciones y acontecer en veranos calurosos, ciudades turísticas y épocas vacacionales. A fin de cuentas, sabido es que el mal no descansa.
Así, en su más reciente novela, “Matar y guardar la ropa”, el argentino Carlos Salem lleva a sus personajes a la costa del Mediterráneo, en pleno verano, para alojarlos en un lujoso camping nudista donde, por haces del destino, el protagonista de la historia se reunirá no sólo con sus hijos sino también con su ex mujer, el nuevo novio de ésta y un amigo de la infancia. Lo que no tendría nada de particular si no fuera por el detalle de que Juan Pérez Pérez es un asesino a sueldo al que han encargado vigilar, muy de cerca, a alguien relacionado con su pasado.
Baños de agua salada a la luz de la luna, excitantes noches de fiesta y diversión organizadas por los responsables del camping; sexo al amanecer, aprovechando el frescor matutino y largas siestas a mediodía, en la oscuridad de los bungalows del camping, excelentemente acondicionados. Y todo ello, sin ropa sobre el cuerpo. Lo malo es que, a la parte lúdica de todo verano en la costa mediterránea, Carlos Salem le incorpora las sevicias de una profesión tan ingrata como la de sicario. Porque se trata de uno de esos trabajos que, obligatoriamente, has de llevar a casa por las noches y que, en verano y con la familia, se va de vacaciones contigo.
Dotada de un gran sentido del humor y haciendo una ácida e irónica crítica social a muchos de los males que aquejan a la sociedad española contemporánea, “Matar y guardar la ropa” es una novela estupenda que está dando mucho que hablar.
Otro famoso personaje de novela negra, un detective privado en este caso, se refugió durante una temporada en un balneario, huyendo de los excesos culinarios cometidos en los últimos tiempos. Pepe Carvalho se alejó de Biscuter, Charo, Bromuro y su Barcelona negra para internarse en un remanso de paz y tranquilidad… en que sólo servían hierbajos para comer. Y, sin embargo, el detective no pudo tener unos días de total tranquilidad, al cometerse un crimen que requirió de su intervención.
La sola mención de la palabra balneario, en los tiempos de los spa, wellness e hidromasajes, suena a rancio, antiguo y viejo. Y Manuel Vázquez Montalbán se ampara en la sólida tradición literaria europea de los balnearios, cuya obra maestra es “La montaña mágica” de Thomas Mann, según la que estas casas de reposo serían un reflejo de toda la sociedad, albergando un microcosmos de personajes que servirían para retratar una toda una época.
Y por eso, durante su investigación, Carvalho hace lo que mejor se le da: observar. Pero sin juzgar. Porque Carvalho siempre se mantiene apartado de juicios éticos y morales. Él junta pruebas, cumple con el encargo para el que le han contratado y se marcha a cocinar, tranquilamente.
La rusa Alexandra Marinina, reputada autora de novelas negras y criminales y cuyas primeras obras se publicaron con pseudónimo, ya que la escritora era por entonces miembro activo de la policía de su país, también recluyó en un balneario a su personaje más conocido, la agente Nastia Kaménskaya, con el fin de que se tomara un respiro en su ajetreada vida. Y, sin embargo, allí mismo, en el enigmático pueblo en que está situada un balneario de enrarecido ambiente, se vio envuelta en un turbio asunto de trata de blancas y pornografía que termina derivando en muertes y asesinatos que Nastia deberá resolver.
Es lo que tienen la globalización, las líneas aéreas de bajo coste y el boom del turismo de masas. Que las malas costumbres, los vicios y la corrupción se propagan tan rápidamente y con tanta virulencia como las siete plagas de Egipto. Por ejemplo, John Burdett nos cuenta en “Bangkok tatoo” el periplo de un puñado de jubilados americanos que, bien pertrechados de Viagra, gustan de pasar largos períodos de tiempo en la capital de Tailandia, disfrutando de los dudosos placeres de la carne que se pueden pagar con dólares.
Burdett sumerge al lector en la irrespirable atmósfera de una de las capitales más corruptas del mundo, mostrándole los bares de copas, los barrios y los ambientes más peligrosos. Esos que, por lo general, nunca aparecen en los folletos que te enseñan en la agencia de viajes cuando estás planeando las vacaciones. Es lo que le pasó a los tres turistas españoles que, por meterse en asuntos de drogas en la Cuba castrista, acabaron con el cuello rebanado, tal y como nos cuenta Amir Valle en “Largas noches con Flavia”, recientemente galardonada con el Premio Ciudad de Carmona de Novela Negra.
Una historia dura y sin concesiones sobre la que los medios de comunicación, tanto españoles como caribeños, corrieron un tupido velo, al no interesar a nadie que la truculenta historia de los tres jóvenes turistas españoles asesinados trascendiera. Porque “Largas noches con Flavia” está basada en hechos reales, contrastados y documentados por un Amir Valle que, antes que novelista, fue y sigue siendo un extraordinario periodista de raza.
CONTINUARÁ.
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