No es de extrañar que en los mentideros, foros y blogs dedicados al cine se esté impulsando una hipotética nominación de “Wall E” al Oscar a la mejor película… y punto, sin la coletilla de “animada” o “de animación”.
Porque, a ver, ¿qué cinco películas hemos visto a lo largo de lo que llevamos de 2008 que estén mejor que “Wall E”? ¿Tres? ¿Dos? ¿Tan siquiera una? ¿“El caballero oscuro”, quizá? ¿Pero alguien se imagina a Batman nominado al Oscar? O quizá sí. Quizá las cosas estén cambiando… más de lo que nos creemos.
El caso es que la última película de la factoría Pixar es una maravilla y una obra maestra que, además, arrasa en taquilla, tal y como ocurriera el año pasado con esa otra gloriosa “Ratatouille” que tanto alabamos, recomendamos y defendimos. ¡Qué sería de estos espantosos meses de agosto, sin el consuelo y el auxilio de la animación de Pixar!
Pero hablemos de “Wall E”, una película prácticamente muda que tiene uno de los arranques más prodigiosos de la historia del cine, con ese robot especialista en reciclaje, dando vueltas por un paisaje desolado, que una de las imágenes que mejor han sabido mostrar el paisaje después de una batalla… que no fue tal. Porque la desolación terrenal que muestra la película vino provocada por la fiebre consumista y acaparadora de una humanidad que, sencilla y literalmente, inundó el planeta de basura hasta que la vida se hizo imposible.
Seguir a “Wall E” en sus rutinas diarias de solitario empedernido, cuya única amistad es esa cucaracha con más vidas que un gato, sirve para dibujar a uno de los personajes más tiernos, especiales y memorables de la historia. Un Wall E que, mientras trabaja, recoge de la basura los objetos más insospechados que llaman su atención, de mecheros a sujetadores, y que colecciona en su refugio, una especie de Arca de Noé inanimada que guarda retazos de la historia de la humanidad. Un Wall E cuya ternura se pondrá especialmente de manifiesto cuando lo encontramos más adelante, entontecido perdido, enamorado hasta las tuercas de esa Eva mutante de armas tomar.
Sin utilizar palabras ni expresiones faciales al uso, la cantidad de matices que Wall E es capaz de transmitir al espectador deberían hacerle acreedor, sin duda, del Oscar al mejor actor, en lo que sería una memorable ceremonia de entrega de los Óscar. Heath Leadger ganaría el suyo a título póstumo por su gloriosa recreación del Joker en “El caballero oscuro” y un ser de dibujos animados se haría con un galardón que sacaría los colores a decenas de actores de carne y hueso.
Y luego, la parte cómica y divertida de las persecuciones. Y los homenajes cinematográficos a películas como “2001. Una odisea del espacio” de Stanley Kubrik o, como bien sostiene Rash, a “El hombre tranquilo”, en la secuencia de la tormenta.
Y, por supuesto, la feroz crítica hacia las nocivas costumbres de los humanos, su holgazanería, su glotonería, su acomodamiento, su abandono. Personalmente, me encanta esa analogía entre la flojera física y la mental. Cuanto menos haces, menos piensas. Y más trabajo te cuesta todo. Y así, los kilos van aplastando y sustituyendo a las neuronas.
Y el amor, claro. Una preciosa historia de amor fou, robótico y animado que te reconcilia con las historias más delicadamente románticas de la historia del cine.
“Wall E”, una película que rebosa sensibilidad y que hay que volver a ver, reposada y tranquilamente, para descubrirle todos los matices y las capas que envuelven a una historia de asombrosa sencillez que es capaz de emocionar a los espectadores de todas las edades, de los más pequeñitos a los mayores más serios y sesudos.
¡Wall E! ¡Eva! Os queremos.
Valoración: 10
Lo mejor: todo.
Lo peor: que se acabe tan pronto.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.