Ustedes lo saben. Me gusta, soy un mordido de la novela más negra y criminal, oscura, violenta y comprometida. Asomarse a los abismos más abyectos del ser humano a través de las páginas de un libro es una forma cómoda y sencilla, poco peligrosa, de intentar comprender a esos monstruos, esos Golem que corrompen nuestras sociedades: la corrupción, la violencia, la falta de ética y moral…
Uno de los temas que más me han afectado y que siempre me han puesto los pelos como escarpias es el de la corrupción y la violencia ejercida contra los menores. Y la novela negra, por supuesto, ha tratado ese tema.
Un día empecé a reseñar diversos títulos que hablan sobre la violencia contra las personas más indefensas de nuestra sociedad. Y lo que iba a ser un reportaje de dos o tres páginas, fue creciendo y creciendo hasta terminar convertido en un documento de catorce páginas al que no he sabido qué utilidad dar.
Por ahí lo tengo, guardado en las tripas de algún ordenador.
Sí recuerdo dos cosas sobre el mismo.
La primera, que estaba dedicado a Alicia Núñez Castillo y al resto de trabajadores del Servicio de Protección de Menores de Granada, con todo el respeto y la admiración por su trabajo.
La segunda, que estaba encabezado por estas dos citas, de Alfred de Vigny y Antonio Machado, respectivamente:
“Las personas fuertes crean sus acontecimientos;
las débiles sufren lo que les impone el destino.”
“Enamoróse de una tierna niña,
subiósele el amor a la cabeza
como el zumo dorado de la viña
y despertó su natural fiereza.”
Y hoy, Día Universal del Niño, me acordé de todo ello y tenía ganas de comentarlo con ustedes.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.