Hoy es un miércoles especial. Claro. Toca hablar en verso. De poesía. Tenía preparado un puñado de horrorosos ripios para ustedes, pero la actualidad manda.
Y la actualidad nos lleva, por un lado, a la sección Vivir de IDEAL, donde encontramos este reportaje, escrito por un servidor, con la colaboración de muchos de ustedes: Entre los bytes y los libros. En él hablamos de esto: Liblogs, Cuaversos, las 200 palabras…
Pero es que, además, mi amigo Ignacio me pasa esta sentida “Carta a Julia” (Mi no ahijada), creo que, sin saber, que el de Julia es un nombre muy, muy importante en vida.
Así que, mis ripios pueden esperar. Hoy, miércoles de poesía, les dejo con esta especialísima Carta a Julia, dedicada a todas las Julias de mi vida.
Carta a Julia (Mi no ahijada)
Me dice tu madre que te escriba,
más que nada porque sepas algo de mí.
Tu padre eligió mal a tu padrino.
No se lo reproches.
Cuando se bebe y se fuma
como él y yo lo hacíamos,
dándolo todo,
se dicen muchas tonterías.
Y aquel cava -de 1,51 euros la botella-
nos envenenó para siempre.
Pero tu madre tiene razón.
He de escribirte, al menos,
para que sepas algo de mí,
nada nuevo que tu padre,
en las primeras cañas que con él
tomabas, te contara a escondidas.
Cuando pienso en ti,
y créeme que lo hago,
sostengo que a los dos nos separan diferentes caminos
y mientras tú disfrutas viajando
-se supone que para aprender idiomas-,
yo me siento a esperar que se pase mi propio aburrimiento.
Malvivo, duermo poco, bebo y fumo a destajo
para olvidar qué aprisa pasa el tiempo.
Yo, querida Julia, al menos,
pienso cada vez más,
y siento cada vez menos
y con los años
nada parece ser que era
tal como yo lo quise
cuando mi edad primera.
Tu padre tiene razón,
aunque yo en aquellas noches de entonces
tratara de disuadirlo:
la vida es una mierda.
No quiero, sin embargo,
que pienses que de nuevo
oigo las mismas notas sombrías.
Ya me atrevo a salir más allá
de estas cuatro paredes
donde estuve tantos años
enredando en las redes del alma,
herido en la conciencia, ahogado en su profundo
fondo de mar.
Y a flote salí, o eso creo,
o eso dije para convencer
a tantos loqueros que me trataron,
que el tiempo, si te sirve,
cura la ansiedad, la desgana,
el miedo y la locura.
Y ya que nada tiene respuesta,
no pregunto.
Al fin todo pasó.
Y ahora, paso a otro asunto.
Ya se por tu padre
que le distes calabazas a Antonio David
y que por ello entró en depresión.
Lo que no sé es si sus padres siguen juntos o separados,
qué mas da, ¿no?
Hace frío. Desnudan sus árboles sus hojas de oro viejo,
y si llueve huele a campo e infancia.
Ya la tarde es más breve y más larga la noche.
Y yo, como siempre, en el aeropuerto,
en los cines, en las esquinas, dentro de mí siento
que algo raro me aprieta el corazón y busco,
detrás de la careta el rostro y, tras el rostro,
una certeza, un sueño, algo que sé que no es nada.
Ya no trabajo, como sabes, todo lo dejé.
Vivo de recuerdos. Esos que construían un mundo
que era una mierda, sin saber que no era verdad.
Que la mierda de mundo vendría después.
Eso sí, escribo. Tonterías. Muchas tonterías.
Mientras tanto pretendo no hacer nada:
vivir sin hacer nada, que es para lo que valgo
y es para mí la única manera de hacer algo.
Echo de menos a tu padre, pero no se lo digas.
Donde estarán -me pregunto-
las noches salvajes de ayer.
No salgo fuera, ni quiero hacer viajes,
no porque aquí esté bien, sino porque cansado,
aquí me encuentro igual de mal que en otro lado.
En fin, que vivo como si no existiera.
Y con esto ya acabo.
Mis mejores deseos
te mando.
Y ven cuando quieras.
Acompañada, por supuesto que puedes,
no se lo diré a mamá,
pero a papá nada puedo ocultarle.