La columna de hoy de IDEAL, de las que despiertan una cierta polémica. De hecho, ya he tenido la primera, tomando café por la mañana…
¿Arde Plaza Nueva? La verdad es que no. El otro día me di un paseo por la zona, entré en el Pilar del Toro, me dejé caer por el Torres y demás barras frecuentadas por la magistratura granadina, subí por el Paseo de los Tristes y no me pareció que nada anormal estuviera pasando en el corazón judicial de nuestra Andalucía. Y sin embargo, a unas semanas vista, parece que los jueces andan montando algo parecido a una huelga, lo que, además de inaudito, es ilegal.
Son las cosas de esta España nuestra. Con tres millones de parados y una previsión de llegar a los cuatro cuando lo más crudo de la cruda crisis nos machaque de forma implacable, a lo largo de este presumiblemente infausto 2009, quiénes andan preparando una huelga son los jueces.
¡Toma del frasco!
No voy a entrar en la ilegalidad de la misma. Ni siquiera en si la judicatura tiene o no motivos para plantear una agria protesta en alta voz, con o sin huelga. Cualquiera que haya tenido relación con el mundo del derecho sabe que los juristas, en general, son inveteradamente alérgicos a la informática, a la aplicación de las nuevas tecnologías y a cualquier cosa que suene a la sociedad de la información. Si hay algo en España con olor y sabor a rancio y noventayochista siglo XIX es nuestro sistema jurídico. Y todo lo que le rodea.
Esas montañas de legajos cosidos con aguja y cuerda, amontonados en pilas de precario equilibrio en cualquier juzgado, son parte reconocible de nuestro paisanaje y prueba palpable del fracaso de la modernización de la función pública española. Es decir, que hay que invertir en nuestro sistema judicial. Por supuesto que sí.
Sin embargo, que en el germen de esta protesta esté la no-sanción al juez Tirado y, sobre todo, que en tiempos de recesión económica mundial, con cientos de miles de personas haciendo cola en las oficinas del INEM; provoca vergüenza ajena que, quiénes amenacen con ir a la huelga, sean los jueces. Como ocurre con los pilotos de avión, los controladores aéreos y demás privilegiados empleados del sector aeronáutico, cercanos a ese SEPLA que, con su caciquismo y sus huelgas de celo, provocan diariamente el caos en nuestros aeropuertos y complican la vida de millones de ciudadanos, rehenes de sus avariciosos desmanes.
Por ética y por estética, es inaceptable que jueces o pilotos de avión se pongan en huelga cuando la crisis económica va a llenar Plaza Nueva de parados, los lunes al sol. A ver con qué cara se ponen sus togas, jueces y magistrados, y se echan a la calle, detrás de una pancarta. ¿O no es ese tipo de huelga la que se están planteando? De aquí a nada, la sinrazón nos mostrará a los jugadores del Real Madrid, de piernas caídas, reclamando airadamente primas, incentivos y derechos de imagen. Vivir para ver.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.