Aún recuerdo aquella portada del Popular 1: «Marilyn Manson asola América».
MM fue el último grupo hardcore al que le seguí la pista en vivo y en directo. Recuerdo un viaje a Madrid con mi hermano, un gélido diciembre, y la enorme decepción porque se habían agotado las entradas para ver a estos dementes en una pequeña sala de la capital del reino.
Después llegarían los estadios, la popularidad, el éxito de masas, la semblanza de Palahniuk, etcétera.
Entonces, sólo eran unos dementes con canciones tan espeluznantes como éstas.
PD.- Las imágenes pueden herir sensibilidades susceptibles. Que conste. 😉
Ha tardado varios meses en estrenarse la película de carácter semidocumental «La clase», desde que ganara la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes, presidido por Sean Penn, un actor y director al que se puede etiquetar como «comprometido» y que, en declaraciones previas al concurso, señalaba que el cine debe estar conectado con la vida y hablar de la realidad.
El punto de partida de «La clase» es muy sencillo ya que cuenta, en dos horas, el día a día del instituto de un barrio periférico y conflictivo de París. A través de la relación que se establece entre un profesor de lengua, y sus alumnos, Laurent Cantet ilustra los problemas a que se enfrenta a sociedad multirracial y pluricultural de este comienzo de siglo XXI.
La didáctica del profesor, Françoise, se basa en el mantenimiento de una constante dialéctica con sus alumnos. Partiendo de las preguntas que él les hace sobre cuestiones lingüísticas o literarias, Françoise no rehuye ninguna de las preguntas o cuestiones que los adolescentes, de entre catorce y quince años, ponen encima de la mesa. Les trata con honestidad, intentando ganarse su confianza y respeto.
Así, si «La clase» fuese una película made in Hollywood, tras un inicio entre divertido y facilón, mostrando a un profe enrollao, algún alumno plantearía un problema gravísimo, sería expulsado y después sería el mismo profesor el que, yendo a la casa del alumno y conociendo a su desestructurada familia, conseguiría reconducir la situación, haciendo que volviera a clase para terminar convirtiéndose en un alumno modelo.
Pero no. «La clase» es francesa y está basada en un libro escrito por propio actor que interpreta al profesor en la película, lo que contribuye a darle más verismo. Y lo que cuenta, todo lo que cuenta, es radicalmente cierto. Françoise Bégaudeau no ha inventado nada. No le hacía falta. La realidad ya es lo suficientemente rica, compleja y contradictoria como para que no fuera necesario dramatizar artificialmente la vida de los chicos del instituto.
Por tanto, toda la película transmite realidad a raudales. Sin banda sonora, circunscrita a los muros del instituto y con los alumnos interpretándose a sí mismos, a partir de determinado punto, las cosas empiezan a írsele de las manos al profesor. Porque no es perfecto. Como la vida, que no responde a un guión preestablecido, happy end incluido. Por eso el final, seco y áspero, cargado de un nihilismo brutal, termina dejando al espectador el sabor de la hiel en la boca.
¿Y que dice Él, sobre «La clase»? Carlos Boyero escribió lo siguiente, tras su pase en Cannes: «una película empeñada en reproducir la vida sin adulterarla, en describir con conocimiento, respeto y sentimiento los conflictos que provoca intentar educar y enseñar, las tensiones de todo tipo que laten en un colegio multirracial y con mayoría de inmigrantes, el retrato de las preocupaciones prioritarias de los adolescentes alumnos, la táctica de un profesor joven y humanista para ser escuchado y respetado por chavales que sienten instintivo enfrentamiento con cualquier forma de autoridad.»
Lo mejor: la ausencia de moralina, el realismo a raudales de su propuesta y una tensión que se mantiene durante todo el metraje.
Lo peor: que va de más a menos.
Calificación: 7.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
PD.- Si la ha visto algún profesor, sería estupendo contar con su opinión.