No dejen de leer sobre «El lince perdido», pero dediquen un minuto, sólo, a este anticipo de los Cuaversos de mañana.
Día: 10 de febrero de 2009
EL LINCE PERDIDO
Lince perdido, pero lince feliz, ese Félix, torpe y desastre como él solo, corazón de oro, mirada enternecedora, valiente, heroico y memorable por siempre jamás.
¡Qué buen rato, viendo «El lince perdido»! ¡Qué bien hacerle caso a la súplica de Félix y Gus! Pero buen rato de verdad. Una película divertida, atractiva, repleta de guiños, ingeniosa, con un guión excelente y unas «interpretaciones» a la altura de una historia perfectamente cerrada en la que encajan todas las piezas como en un puzzle.
Pero, sobre todo, lo mejor de «El lince perdido» es haber perseverado en la estela de los grandes clásicos contemporáneos de la animación norteamericana que consiguen el aparente milagro de encandilar a los pezqueñines y caracolillos de la casa, pero deparando a los mayores grandes momentos cinematográficos, permitiendo que todos disfruten gratamente de la película.
A eso es a lo que llamamos talento, calidad, arte y demás adjetivos laudatorios por el estilo. Porque son películas que permiten dobles lecturas, de las teóricamente más sencillas a otras supuestamente más elevadas y complejas… aunque, a la hora de la verdad, chicos y grandes terminamos riendo a mandíbula batiente con los mismos gags, chistes y momentos delirantes.
En concreto, con las torpezas de Félix, con las paranoias y los cambiantes humores de Gus, el camaleón, quizá el personaje más logrado de todos; y con los diferentes encuentros que los héroes tienen a lo largo de su peregrinar por toda Andalucía, de Doñana al desierto de Tabernas, pasando por Sierra Morena, Sierra Nevada y la gaditana Playa de Bolonia.
Detalles para la añoranza, como el águila que rescata a la cabra, al son de la música de «El hombre y la tierra» o la secuencia homenaje a Indiana Jones, con el camión. Pero, sobre todo, imaginación a raudales, diálogos repletos de mordacidad y una conexión contemporánea con el mejor cine de animación que debe hacernos sentir muy orgullosos de que una empresa granadina como Kandor Graphics, haya ganado el Goya a la mejor película de animación de forma más que justificada.
Momentos como el de Gus, el Camaleón, «camuflándose» como parte de los cuadros de un museo virtual que pasan a toda velocidad por la pantalla mientras dos sujetos disertan sobre arte, resultan sencillamente sublimes.
Además, los chicos de Kandor Graphics ya están metidos de lleno en nuevos proyectos. Unos proyectos que darán que hablar, y para bien, de un equipo de trabajo que nos auguran grandes y positivas vivencias cinematográficas en un futuro nada lejano.
Por tanto, si usted no tienes hijos y es uno de esos espectadores a los que les da fatiga ir a ver una película para chicos sin la excusa de acompañar a los niños, hágase un favor a sí mismo y pídale prestados sus sobrinos a su hermano o hágase con unos primillos que le permitan pasar una estupenda velada de cine.
Lo mejor: que siendo una película con mensaje, no resulta en absoluto empalagosa. Y el conejo traidor. Y Gus.
Lo peor: que te quedas con ganas de que personajes como los lobos o el buitre Diógenes tengan más protagonismo.
PD.- ¿Estaremos ante el comienzo de una franquicia?
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.