RAMATA

Las primeras ciento cuatro páginas de la novela «Ramata», del escritor senegalés Abasse Ndione son, posiblemente, de lo mejor que he leído, en género negro y criminal, en mucho tiempo.

 

Toda la esencia del género está condensada en ese exquisito puñado de páginas que, aconteciendo en un país africano como es Senegal, lo mismo podrían haberse desarrollado en Los Ángeles, en Madrid o en Tokio. Porque la corrupción y las miserias humanas que cuentan, la cruda violencia, la traición, el engaño… son males y lacras universales que conocen no fronteras.

 

Lo que pasa es que «Ramata» tiene 346 páginas. Y, ojo, no quiero decir que las doscientas y pico restantes sean malas. Ni mucho menos. Pero no están a la altura de las primeras cien. Y, al final, eso acaba pesando en una novela que, por lo demás, es sensacional, con personajes desaforados, más grandes que la vida, encabezados por esa Ramata que da nombre a la novela.

 

¿Quién es Ramata? De ahí parte la trama de la novela. Una conversación en un bar. Charla de borrachos. ¿Seguro? Quizá. A fin de cuentas, ya sabemos que sólo los borrachos y los niños dicen las verdades del barquero. Esas verdades difíciles de admitir, duras e hirientes.

 

«Ramata» cuenta la historia de un país, Senegal, fracturado, que se desangra por culpa de unas desigualdades sociales abismales en que unos pocos, muy pocos, son apestosamente ricos mientras que una inmensa mayoría es escandalosamente pobre. Y el autor no evita criticar todos los estratos de una sociedad corrupta que permite que ello ocurra así, desde el papel de unas élites cuya responsabilidad y dejadez es manifiesta en el mantenimiento del statu quo, a los funcionarios corruptos, militares brutotes, periodistas timoratos y a una ciudadanía dejada y abandonada a la molicie, el sexo fácil y el alcoholismo.

 

Vamos que Ndione no deja títere con cabeza en una novela que sirve para conocer los entresijos del Senegal mejor y con mayor profundidad que si lees cualquier tratado de historia o texto sociológico al uso. Y ello utilizando las herramientas propias del género más negro y criminal, por supuesto.

 

Enhorabuena a Ndione por su valentía al escribir este texto incendiario y a Roca Editorial por ponerlo al alcance de los lectores en español.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

SLUMDOG MILLIONAIRE ¿QUIÉN QUIERE SER MILLONARIO?

A-consejo: leer escuchando esta música: http://tinyurl.com/aod2de

 

Significativo, lo de la sesuda e hiperconcienciada crítica cinematográfica occidental que asiste a una película sobre la India que, con sus contradicciones y miserias a cuestas, termina resultando vitalista y luminosa… y la ponen a caer de un burro con argumentos como éste: «Pornografía de la pobreza para el público occidental», de la prensa americana. O este otro, originalísimo, muy española: «Turismo de la miseria.»

 

Lo que nos gusta, demasiadas veces, moralizar a cuenta del cine… vale que le pasemos la mano por el lomo a una peli regularcita, pero con buenas intenciones. Ahora bien, me parecen indignantes las críticas basadas en el hecho de que una película rodada en Bombay muestre la miseria de sus calles, pero, a la vez, sea capaz de dar una imagen poderosa, optimista y alegre de sus habitantes. Como si fuera un pecado o algo parecido.

 

«Bombay es la clave, es una ciudad tan intensa, con una pobreza extrema, pero también llena de vida. Sus habitantes sobreviven en condiciones muy duras, pero conservan una gran dignidad y lo que percibes en ellos es una gran fortaleza y alegría. Así que lo que decidí fue dejar que toda esa exhuberancia impregnara las imágenes, rodar con la máxima libertad posible, sin esquemas previos, para que ese nervio recorriera la película.»

 

¡Y vaya si lo ha conseguido, Danny Boyle, en la estupenda, atractiva, hiperactiva y rabiosamente contemporánea «Slumdog millionaire», estrenada en España como «¿Quién quiere ser millonario?»!

 

Además, desde que empezó a postularse como una de las candidatas a acaparar los grandes premios del cine del 2008, Óscar incluidos, la película ha sido acosada y acusada, por tierra, mar y aire, de infinidad de maldades, desde que los niños protagonistas fueron explotados laboralmente hasta que se ha utilizado el nombre de técnicos locales de la India con el único fin de dar una pátina de autenticidad a lo que no es serían sino las pijas vacaciones en la miseria de los otros de un Danny Boyle que tiene la extraña habilidad, desde su memorable «Transpotting», de poner el dedo en las llagas más purulentas y sangrantes de la sociedad global en que vivimos.

 

En este caso, la televisión será usada como metáfora de los anhelos y las esperanzas de buena parte de los parias de una sociedad tan compleja como la india. A través de una historia tan sencilla como bien resuelta, cada pregunta que le hacen a Jamal en el programa televisivo servirá para contar una historia, en forma de flash-back, que nos muestra distintos capítulos de su vida, a través de los que se construye un vibrante, contradictorio, cruel, divertido, colorista, sangriento, romántico y esperanzador fresco de la India contemporánea.

 

En críticas como las reseñadas anteriormente se pueden leer decenas de sesudas interpretaciones sobre «Slumdog millionaire». A mí me gusta la simplicidad con que la define su director: «Siempre intento usar temas universales. Si hablamos de género, en términos occidentales, ésta es una narración dickensiana; en términos bollywoodienses, es un clásico que enfrenta al buen y al mal hermano».

 

Y la música. ¿La escucharon? Un lujo. Desde que comienza. Hasta que termina, con ese número final que puede parecer extemporáneo, pero que responde a las mejores intenciones de un Boyle al que agradecemos todas estas declaraciones -que nos han dado hecha la reseña- y que sostiene lo siguiente acerca del cine de Bollywood: «Sus películas no se ciñen a la rigidez de una trama, sino al disfrute del momento. Me encanta que sitúen la música en un primer plano, al contrario de lo que hacemos nosotros, que intentamos camuflarla dentro de la narración. Por eso disfruté tanto cuando montamos la músico.»

 

Y todo ello está cogiendo desprevenida a una crítica occidental, firmemente asentada en unos valores que tendremos que ir cuestionando. Porque la India ha venido para quedarse. Spielberg ya está filmando allí. Como Disney. Como el mismísimo Saturday night live. Bollywood es un negocio billonario. El negocio que no cesa. El mestizaje está servido. Y, de inmediato, la Tercera Revolución de la Historia del Cine: el 3-D.

 

Amigos, hay que cambiar de paradigma, hay que abrir la mente. Hay que ver «Slumdog millonaire» y dejarse seducir por la capacidad visual de Boyle. Caiga quien caiga. Los tiempos están cambiando, también el cine, y estamos siendo testigos privilegiados de ello.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.                    

ENTREVISTA A CHRISTOPHER G. MOORE

Hace unos días dejábamos la reseña de «Kickboxing en Nirvana», de Christopher G. Moore.

 

Hoy les dejo este enlace con la entrevista que, a la limón, le hicimos José Ramón Gómez y yo para la Asociación Cultural NOVELPOL. Asesinatos, drogas, el Sudeste Asiático, política, cine… lo bueno de Christopher es que no se corta un pelo. En inglés y castellano… un lujo.

 

Espero que les gusten, tanto las preguntas como las respuestas 😉

 

Jesús Lens.

SETEM

La columna de hoy viernes de IDEAL. ¿Otro mundo en posible?

«Eso se lo dirás a todos», piensa Manuel cuando le comento que, de todas las charlas que doy a lo largo del año con relación al crédito social, los Montes de Piedad y el microcrédito; la que me invitan a impartir en SETEM es la más agradable, interesante y encantadora de todas. Con diferencia.

 

Y lo es porque, haciendo un tremendo frío en el aula del Paseo de los Basilios, pocos ambientes más cálidos se pueden encontrar para un ilustrativo y creativo intercambio de ideas y opiniones: un público de unas treinta personas que escuchan la charla atenta y pacientemente, pero que después la cuestionan. Y preguntan, apostillan, critican y comentan, incluso cuando ya hace rato que deberían estar tomando café. Y todo ello, un sábado por la mañana.

 

El marco en que se desarrollan estas charlas es el de los ciclos de Educación para el Desarrollo que, desde hace quince años, viene organizando SETEM, «una Federación de ONGs de solidaridad internacional que centra su trabajo en concienciar a nuestra sociedad de las desigualdades Norte-Sur, denunciar sus causas y promover transformaciones sociales, personales y colectivas, para conseguir un mundo más justo y solidario».

 

Y, sinceramente, no se pueden hacer idea de lo reconfortante que resulta ver que, durante cerca de quince semanas, un grupo de personas invierten las mañanas y las tardes de los sábados en estudiar, aprender y formarse… con el fin de ayudar a los demás.

 

Rocío, una de las participantes en el ciclo formativo, me decía lo siguiente: «soy una persona que necesita sentirse útil, pero sentirme útil de verdad. Me encanta la idea de colaborar, de comprometerme, de aprender con los demás; me gusta hacer cosas que, en la medida de mis posibilidades, sirvan a alguien o para algo que no sea mi propio beneficio. Aunque tú también te beneficias… pero de eso te das cuenta después.» Y lo dice con la humildad y el convencimiento de una envidiable juventud, cargada de optimismo y confianza en el futuro.

 

Hace tiempo leí una de esas frases lapidarias que, con muy pocas palabras, tanto dicen: «O formas parte de la solución, o formas parte del problema. Si no, formas parte del paisaje.» Rocío y sus compañeros no se resignan a ser aquellos veintegenarios que cantaba Albert Pla: Jóvenes pero ancianos / ya nacimos cansados / pasa el tiempo despacio / somos veintegenarios…  aquí nos quedaremos / no moveremos ni un dedo / pasaremos de tó de tó…

 

Rocío y sus compañeros trabajan, luchan y se esfuerzan por ser parte de la solución. Y para ello utilizan uno de nuestros tesoros más preciados: el tiempo. Da gusto comprobar cómo, en estos tiempos de pereza y abulia generalizadas, hay personas empeñadas en desmentir tópicos y lugares comunes. Personas convencidas de que otro mundo es posible, pero que, para alcanzarlo, no basta con proclamas, buenos deseos y mejores intenciones.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.