DE FUNERALES, HEMBRAS Y CENTAUROS

Uno de los aspectos más enriquecedores de tener amigos repartidos por el mundo es que te llegan recomendaciones literarias de lo más diverso, peculiar y variado. Por su parte, lo peligroso de tener amigos que escriben es que te regalan sus libros para que los leas… y los critiques.

 

Y estos días han coincidido, en mis desvelos, dos lecturas que tienen varios denominadores comunes: el primero, estar vinculados, de forma más o menos directa, con nuestro imprescindible y nunca suficientemente valorado Antonio Lozano.

 

Efectivamente, «La hembra del centauro», de Juan R. Tramunt, fue un regalo que me hizo el Gran Hombre de la Barba Blanca después de compartir birras, teatro, mojitos, turismo y largas conversaciones en Agüimes, el pasado año, después de habernos conocido durante un viaje a Senegal organizado por Antonio.

 

Y «Tres funerales para Eladio Monroy» es una novela negra radicada en Canarias cuyo autor, Alexis Ravelo, me fue vivamente recomendado por Lozano, buen conocedor de lo mejor de la novela negra que se publica en las Islas Canarias.

 

Porque ése es el otro nexo de unión de Ravelo y Tramunt: escribir desde las Islas Afortunadas y publicar en editoriales pequeñas, desconocidas por estos lares, pero inquietas, comprometidas y primorosas, celosas amantes del trabajo bien hecho.

 

Y hasta ahí las semejanzas.

 

Porque poco más tienen en común «La hembra del centauro», novela erótica publicada por Puentepalo, con la novela de Monroy, de Anroart Ediciones. Bueno, en otro aspecto sí tienen mucho que ver: en lo muy bien escritas que ambas están, lo deliciosa que resulta su lectura y lo atractivo de sus tramas y personajes, aún siendo tan diferentes.

 

«Tres funerales para Eladio Monroy» es una novela de corte negro y criminal en la que, a través de una estructura muy sencilla, su autor nos presenta a uno de esos personajes a los que te gustaría conocer en la vida real. Uno de esos tipos de una pieza de los que te enorgullecerías si fueran tu amigo. Un sujeto fiable, solitario, duro, amigo de sus amigos y con una insobornable ética personal, que acepta encargos profesionales a modo de detective, sólo cuando los mismos le convencen.

 

Así, entre hacer de chofer y guardarle las espaldas a un empresario de la construcción que personalmente no le cae mal, aunque su actividad le produzca sarpullidos y, después, teniendo que recuperar un vídeo comprometedor de su ex esposa; Eladio Monroy nos guiará por las calles de Las Palmas de Gran Canaria, acompañándonos a garitos infectos y, también, a los ambientes más refinados, dándose la paradoja de que uno no sabe en cuáles huele peor…

 

Acción, ética, juegos literarios con los títulos de los capítulos, personajes inolvidables y una cuidada prosa que te permiten augurar otras muchas horas de gozosa lectura, con las aventuras de Monroy.

 

Juan Ramón Tramunt, por su parte, en «La hembra del centauro» nos regala una maravillosa novela erótica, de esas que debes leer con discreción, si no quieres provocar un escándalo público, esperando al autobús o viajando en metro. Basándose en la mitología clásica, la novela empieza así de fuerte:

 

«Estela Grau no sabía exactamente desde cuándo su marido, con el que llevaba ocho años casada, había empezado a olerle mal.»

 

¿Se puede sugerir más diciendo menos palabras?

 

Lo dudo. Y, a partir de ahí, comienza una historia sensual, en que el disfrute de los sentidos cobra todo el protagonismo, a través de la radical independencia y la fuerza de uno de esos personajes femeninos que, llenos de aristas, complejos y ricos, te reconcilian con una literatura de hondo alcance, con lo que el miedo a que no me gustara la novela de mi amigo Juan Ramón se desvaneció desde la primera página.

 

Y es que los géneros populares, supuestamente menores, cuando son tratados por escritores de raza, como Juan Ramón y Alexis, resultan de lo más estimulante y necesarios para disfrutar con una literatura de calidad, concepto que no debería estar reñido con el de entretenimiento y disfrute, como nunca nos cansaremos de repetir.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

CIRCUITO DE FONDO: CIUDAD DE ALHAMA

Dedicado a Javi,

¡Cuántas aventuras nos quedan por compartir!

 

Si quedamos a las 9.15 con José Antonio, Mario y Jose «Oliver», tenemos que poner el despertador a las 7.45, para remolonear, despertar, desayunar leyendo IDEAL y ser puntuales.

 

Ahora, sin parar a tomar una Verde, son las 14.30 y acabamos de entrar en casa, ateridos de frío, con los pies helados, empapados y encogidos.

 

Y todo, para correr 53 minutos. O, lo que es lo mismo, para recorrer los cerca de doce kilómetros que conforman la XX Prueba de Fondo «CIUDAD DE ALHAMA» en la Zona del Poniente Granadino.

 

Ya hacía frío al salir, en Granada. Pero es que, cuando salimos de la autovía para girar hacia la Ciudad de los Tajos, el cielo estaba negro. Y, aunque no hacía aire, empezó a llover. Y ya no paró hasta terminar la carrera. Llovió mientras calentábamos (es un decir), llovió mientras esperábamos a que se diera la salida y siguió lloviendo durante el transcurso de toda la carrera.

 

Pero es que, además, hacía un frío tremendo.

 

Me decía uno de los Jueces que, por lo alto de las lomas, el termómetro del coche señalaba una temperatura exterior de 4 grados. En Andalucía y con Mayo llamando a la puerta.

 

Así las cosas, te preguntas, una vez más: ¿Qué hago yo aquí?

 

Me podría haber quedado en casa, haberme levantado a las 10, desayunado tranquilamente leyendo la prensa. Haber blogueado y escrito un par de horas para, después, salir a hacer quince tranquilos kilómetros antes de comer.

 

Entonces ¿para qué trasponer hasta Alhama, hoy? O hasta Loja, Órgiva, Baza o Motril, localidades en que se celebran distintas pruebas del Circuito de Fondo de la Diputación granadina.

 

En primer lugar, porque la competición, engancha. Ya sabemos que no vamos a ganar nada (la mayoría, que Jose «Oliver» ya no se baja del pódium ni queriendo) pero, aún así, motiva lo de ponerte un dorsal en el pecho y un chip en la zapatilla, para enfrentarte más a ti mismo y a tu cronómetro que a los demás.

 

En segundo lugar, porque sigue siendo una sensación muy gratificante la de compartir un deporte solitario con otros centenares de locos que, los domingos, nos juntamos por esos pueblos granadinos.

 

También, por esos gritos de ánimo del público. Por ese cachete en el culo que te da un «rival» cuando te adelanta en el último kilómetro y te ve flaqueando: «Venga, que ya estamos ahí». Por esas palabras cariñosas del hombre de amarillo que dice que lee este Blog y con el que compartí foto en la Media Maratón de Granada.

 

Y, por supuesto, por ver a Ángel o a Antonio Joaquín, por saludar al encantador y genial  Roberto y a la buena gente del Club de Armilla, por darle un abrazo a Daniel, Paco el Compae y a José Manuel. Por descubrir a un Lalo más fino que nunca…

 

Por eso, sobre todo. Porque aprovechas para reencontrarte con amigos a los que hace tiempo que no ves. Con Cristian y Fernando, con quienes compartimos aquel memorable fin de semana segoviano. Con el referido Jose Oliver, con Mario y con José Antonio, ese Alter con el que hacía demasiado que no compartíamos una charla.

 

Charlar.

 

Es lo bueno de días como hoy. Que hablas de deporte, claro. De entrenamientos, proyectos y lesiones. Pero, sobre todo, hablas de Antonio Lozano y su libro sobre Sankara, de Murakami o de la entrada de Rosa Aguilar en el gobierno andaluz. Hablamos, inevitablemente, de la crisis que todo lo contamina. Y de la hostelería, de esos bares u restaurantes que no saben qué hacer para conseguir más clientela. De todo lo divino y lo humano.  

 

Y, por eso, estos doce kilómetros que recorrer en 53 minutos, pero en los que inviertes más de cinco horas, resultan tan gratificantes, como le decía a Rocío (que no sólo ha terminado una de las pruebas más duras del Circuito, sino que hasta la ha disfrutado) cuando llegábamos a casa, helados, cansados y ojerosos. Una gran mañana que, si hubiéramos pasado en la Sierra, de excursión, también habría sido reconfortante. Por la gente. Porque, al final, lo que más importa, siempre, es el factor humano.

 

Y por eso echamos de menos a Abel, Víctor, los dos Javis, Onio, Gregorio, Antonio y el resto de Las Verdes. ¡Que ya son demasiados meses sin compartir esas carreteras, esas barras, esas birras!

 

Tu amigo Carlinhos.

LA SEMANA NEGRA 2009 YA TIENE FINALISTAS

Ya saben ustedes que somos semaneros convencidos, tal y como nos definíamos hace unos días. Y que la Semana Negra 2009 ya tiene fechas. Lo más reciente, los finalistas de los diversos premios literarios, del Hammett al Silverio Cañada, el Espartaco (que no Leonardo, lo siento, Da Vinci) o el Celsius.

Sigan este enlace y sepan qué fue lo mejor del 2008, hablando de literatura negra y policial, histórica y de ciencia ficción.

 

Lo mejor: que ya queda menos para ir a Gijón.

 

Jesús Lens, semanero.

NI UNA COSA, NI LA OTRA

Columna de LUIS GARCÍA MONTERO, hoy, en El País. ¿Qué les parece?

 

Como en Granada suelen ocurrir tantas cosas inauditas y la ciudad pone un raro empeño en despreciar lo mejor de su patrimonio intelectual, resultan frecuentes las opiniones sobre la maldición cainita. Cada vez que salta a la prensa un disparate, recibo numerosas cartas y correos electrónicos de solidaridad, comentando la hiriente capacidad de los granadinos para disparar contra sus hermanos. Pues no, no creo que esto sea verdad. Antonio Machado sentenció con razón que el crimen de García Lorca fue en Granada, en su Granada. Pero nadie puede afirmar que lo cometieran granadinos. Muchos de los responsables militares de la muerte del poeta habían nacido fuera. Por ejemplo, en Málaga. Es injusto cargar con el instinto de criminalidad al habitante medio granadino. El comandante Valdés no representa el estado anímico de la ciudad.

Otras veces ocurre exactamente lo contrario. Te presentan como poeta granadino en Buenos Aires o en Budapest, y en seguida aparece la voz agradable que alaba la vena artística de la ciudad, la fuente inagotable de su genio representado por autores como García Lorca o Luis Rosales. Y la verdad es que tampoco, ni una cosa, ni la otra. García Lorca y Rosales no representan el carácter de la ciudad, son casos extraños de poetas excepcionales. Granada no es una tierra de verdugos, pero tampoco de genios. Los artistas de primera calidad no brotan aquí como setas.

Lo que más abunda en la ciudad, lo que mejor define su condición, es la medianía asustadiza que mira hacia otro lado cuando surgen problemas. Estoy convencido de que el periodista e historiador Melchor Fernández Almagro, Melchorito en la intimidad de la familia García Lorca, no hubiera nunca disparado contra Federico. Debió sentir mucho su muerte. Ocurre que un día empezaron las ejecuciones, y él prefirió mirar hacia otro lado para no comprometerse. Ya puesto en situación, deseando congraciarse con el dictador, tuvo la necesidad de escribir sobre los crímenes que los rojos habían cometido en Granada. Isabel García Lorca contó en sus memorias que, acabada la guerra, Melchorito visitó el domicilio de los Lorca. Conchita, hermana de Federico y viuda del alcalde socialista Manuel Fernández Montesinos, le afeó su poca vergüenza al pisar la casa después de lo que había escrito. Fernández Almagro se desmayó, hubo que reanimarlo. Doña Vicenta Lorca se quejaba en medio de la situación: «¡cómo se ha portado de mal, y encima tenemos nosotros que consolarlo!».

El novelista Francisco Ayala vino al mundo en el mismo edificio que ocupaba la familia de Fernández Almagro. Melchorito habla en sus memorias de la elegancia de la madre de Ayala y de la generosidad con la que le prestaba algunos libros. En la suyas, cuenta Francisco Ayala la actitud de tibieza y miedo que mantuvo el amigo cuando lo recibió a la vuelta de su largo exilio. Melchorito no era mala persona, lo había ayudado en sus primeros pasos como escritor. Pero después se cruzó la guerra, el miedo, y dejó claro, ya en los años 60, que no estaba cómodo junto a un exiliado, porque se sentía comprometido. Ayala lo define con un término muy expresivo. Era un cagón.

Melchorito representa bien el estado actual de la conciencia granadina. Más que en los verdugos o en los genio, hay que pensar en los cagones, en los que prefieren mirar a otro lado cuando una rata pretende convertir a la ciudad y a sus instituciones en una alcantarilla. No conviene exagerar, los granadinos no somos cainitas, ni recibimos al nacer un certificado de divinidad estética o intelectual. Ni una cosa, ni la otra. Más bien abunda la descomposición de vientre, el mirar a otro lado. Y eso es lo que deteriora el tejido de la ciudad, el ánimo de su ciudadanía. Nadie se compromete, y así nos va. Todos contentos en tercera división.

PD.- Ayer hablábamos del Centro José Guerrero en IDEAL. Hoy lo hace Muñoz Molina en El País, en este artículo. Repito… ¿qué les parece?

¿PARA QUIÉN FUE LA BIBLIOTECA DE PACO IGNACIO TAIBO I?

Esto es celebrar el Día del Libro y conseguir hacer una fiesta de la cultura.

 

Hace unos meses llorábamos la muerte de Paco Ignacio Taibo I, el Gato Culto que, a lo largo de su vida, había atesorado miles de libros en su fastuosa biblioteca.

 

¿Quién se la ha quedado? ¿Quién la heredó?

 

Vean este vídeo y disfruten de la auténtica cultura popular.

 

Jesús Lens